La visita de Henry Kissinger esta semana a Pekín vuelve a poner de manifiesto su buena relación con los líderes chinos.
Pocos políticos extranjeros han gozado de tanto aprecio por parte del Partido Comunista de China (PCCh) como el ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger. Más de cuatro décadas han transcurrido desde aquella reunión secreta con el primer ministro chino Zhou Enlai que asentó las bases para que un año después Mao recibiera a Nixon en la primera visita oficial de una delegación estadounidense desde la proclamación de la República Popular China. Las conversaciones, reuniones y acuerdos entre los representantes exteriores de ambos países pasarían a conocerse como “la diplomacia del ping-pong”. A sus 89 años, Henry Kissinger ha pasado de “jugador” del ping-pong diplomático a ejercer de árbitro en las relaciones entre ambas potencias.
El pasado lunes 25 de marzo, fue el nuevo primer ministro chino Li Keqiang (un estudiante de 15 años la primera vez que Kissinger pisó China) quien recibió la visita de Kissinger, ahora como “interlocutor privado extraordinario” del gobierno estadounidense. Ambos compartieron la necesidad de fortalecer los lazos entre ambos países “para promover la paz mundial y el desarrollo”, en palabras recogidas por la agencia Xinhua. Días antes Kissinger también mantuvo una reunión informal con Wang Qishan, el miembro del Politburó a la cabeza de la lucha anticorrupción.
Estos encuentros de perfil bajo entre los gobernantes chinos y Kissinger se han convertido en una asidua tradición. Sus viajes a Pekín se cuentan por decenas desde que abandonara la secretaría de Estado con la derrota de Gerald Ford como aspirante a la reelección. Junto a él se han sentado miembros del gobierno de Jiang Zemin, como el primer ministro Zhu Rongji; ha compartido mesa con Hu Jintao en varias cenas celebradas en torno a reuniones de primer nivel; e incluso participó en 2011 en Chongqing en un evento multitudinario donde se entonaron canciones revolucionarias, impulsadas durante años por el ahora defenestrado Bo Xilai.
El éxito diplomático de su realpolitik con China lo ha convertido en una de las voces más reclamadas a la hora de analizar el presente y el futuro de ambos países. Su visión sobre el país asiático ha quedado plasmada en su voluminosa obra “China”, trabajo que ha suscitado opiniones divergentes respecto a la superficialidad con la que narra algunos de sus capítulos. Más allá de sus escritos, la labor de Kissinger ha inspirado la creación del Kissinger Institute on China and the United States, institución académica que “promueve el diálogo y el entendimiento en diferentes áreas”.
Desde su papel como intermediario y consejero de ambos gobiernos, a Kissinger (Premio Nobel de la Paz en 1973 por su labor en Vietnam y Oriente Medio) se le atribuye haber mediado con la comunidad internacional “trabajando para mitigar la censura global sobre Deng” tras la represión dirigida por el “Pequeño Timonel” contra los manifestantes de Tiananmen, según reconoce la revista Time. Sútil en las palabras y pragmático en las acciones, Kissinger siempre se ha mostrado partidario de mantener unas buenas relaciones con China. No dudó en tildar de “irresponsabilidad” los comentarios que Obama y Romney vertieron hacia las prácticas comerciales chinas en la carrera electoral por el Despacho Oval, pese a posicionarse desde el comienzo a favor del candidato republicano. En gobiernos anteriores, Kissinger se confesó admirador de la política de George Bush padre que “con habilidad y elegancia supo sancionar a China tras Tiananmen pero a la vez disculparse a través de cartas privadas y emisarios especiales”. Con Bill Clinton, en cambio, fue más duro por su presión a favor de respetar los derechos humanos en China, lo que el propio Kissinger consideró “una interferencia en sus asuntos nacionales”, adoptando un discurso más propio de los jerarcas de Beijing.
Política por negocios
Fuera de la arena política, Kissinger ha trasladado al terreno privado su experiencia y sus contactos internacionales. En 1982 fundó Kissinger Associates, compañía que se define como una “consultoría internacional” que provee consejo en inversiones y proyectos estratégicos a empresas multinacionales, a la vez que elabora informes sobre la situación geopolítica del país de llegada, por la módica cantidad de 200.000 dólares por operación. Precisamente en este último punto Kissinger ha recibido presiones del propio congreso estadounidense para desvelar su lista de clientes, petición rechazada por la consultoría con el apoyo de la familia Bush. En una reciente entrevista en la revista Time, Kissinger negó la asociación de sus negocios con el gobierno chino: “no aceptamos dinero ni del gobierno chino ni de ninguna otra fuente china”. Sin embargo, a lo largo de los últimos años han trascendido mediaciones entre compañías multinacionales como el gigante minero de consorcio británico-australiano Río Tinto y representantes del Partido Comunista Chino para llevar a cabo proyectos de extracción de minerales en suelo chino.
Como señala Max Frankel, periodista de The New York Times, Kissinger es “el dueño de la franquicia” a la hora de establecer relaciones con China. No obstante, documentos desclasificados por el Archivo de Seguridad Nacional estadounidense muestran que la historia podría haber tomado otro rumbo. En 1971, el presidente Richard Nixon se hallaba en la tesitura de elegir al que sería la cara negociadora de su gobierno ante el primer ministro Zhou Enlai. Según recogen los archivos, Nixon habría propuesto en primera instancia a George Bush padre, entonces máximo representante de Estados Unidos en Naciones Unidas. Kissinger, desde su posición como consejero de seguridad nacional, descartó a Bush por ser “demasiado suave y débil”. El siguiente en la lista del presidente era Nelson A. Rockefeller, gobernador de Nueva York, que gozaba de la simpatía de Nixon. Rockefeller corrió la misma suerte que Bush y Kissinger desechó la opción por “no ser suficientemente disciplinado para esta tarea”. Finalmente, la responsabilidad recayó sobre Kissinger y la historia inscribiría su nombre para la posteridad.
Más de cuarenta años después, Kissinger ha sabido sacar partido de un encuentro diplomático que muchos historiadores piensan se hubiera tenido que producir antes o después (tanto por el agotador aislamiento internacional de China como por la urgencia de Estados Unidos de utilizar a Mao en el contexto de la Guerra Fría con la URSS). La diplomacia tiene muchas caras y Henry Kissinger ha sabido jugar con todas ellas. Ahora queda por ver si dentro de diez años sigue llevándose tan bien con la nueva cúpula de líderes chinos.
Fuentes
• Fotos: Con Mao Zedong y Zhou Enlai (Beautifulmyth); con Li Keqiang (Xinhua); con Wang Qishan (Xinhua).
No creo que habrán 10 años más para Henry 😛
Muy buen artículo, gracias.
Estupendo articulo
Interesante artículo Sergio… bien plateado y desarrollado.