China vs México: Dragon Mart Cancún, la verdadera historia

por | Ago 21, 2019 | América Latina y China, Lo último

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“No al Dragon Mart, sí al hecho en México”

“Los tenemos aquí desde hace mucho tiempo. Made in Taiwan. Made in China. ¿Para qué queremos más? Ya es suficiente, ¿no?”. Leticia Ortega no quiere ni oír hablar de productos chinos. Esta pequeña comerciante de Puerto Morelos, en el sureste de México, ha luchado junto con sus vecinos para evitar uno de los proyectos chinos más polémicos del continente, el llamado Dragon Mart. “Estamos abogando porque no compres extranjero, porque compres los productos mexicanos porque así es como le vas a dar vidilla al país… pero el consumo de este país es chino. ¿Todavía quieres más?”.

Leticia Ortega habla sin rodeos desde su pequeño puesto repleto de comidas y bebidas típicas de la región. Mientras atiende a dos turistas estadounidenses y les intenta vender una estampilla religiosa, esta técnico agrícola recuerda los motivos que la llevaron hace más de 30 años a abandonar el centro de México por este pequeño pueblo en el estado de Quintana Roo. “Yo llegué aquí cuando esto era el paraíso de la película. Caracoles, langostas… todo. La selva te daba todo lo que necesitabas”, explica esta mujer delgada y de tez morena, vestida con una blusa azul de flores que recuerda a los hippies de los 60.

Leticia Ortega, vecina de Puerto Morales, se queja de las consecuencias negativas que tendría el Dragon Mart Cancún en la localidad. [FOTO: Daniel Méndez]

El Estado de Quintana Roo donde se encuentra Puerto Morelos es hoy una región muy distinta a la que se encontró Leticia Ortega hace más de tres décadas. Los megaproyectos de Cancún y Playa del Carmen, dos de los destinos turísticos más visitados de América Latina, han traído consigo enormes complejos hoteleros en primera línea de playa, discotecas, cadenas de comida rápida, centros acuáticos y parques de aventura.

A tan sólo 33 kilómetros de Cancún, sin embargo, Puerto Morelos ha conseguido en gran medida mantenerse al margen del turismo de masas. En este pueblo de unos 9.000 habitantes los vecinos todavía se saludan por la calle y los pescadores vuelven al atardecer con la cena para la familia. Pero en los últimos años una nueva amenaza ha planeado sobre el estilo de vida de Puerto Morelos: el Dragon Mart.

Dragon Mart Cancún: los orígenes

En marzo de 2011, el entonces gobernador del estado, Félix González Canto, firmó un convenio con Hao Feng, el presidente de la empresa Chinamex, para la construcción del “más grande centro de exhibición para la venta de productos chinos fuera de China”. La idea era aprovechar el atractivo turístico de Quintana Roo para construir un centro comercial de 127.000 metros cuadrados (unos 17 campos de fútbol) donde las empresas chinas pudieran mostrar sus productos de iluminación, muebles, electrónica, equipo médico, autopartes, alimentos, material de construcción, ferretería, joyería, juguetes y maquinaria agrícola.

La presentación del proyecto se hizo por todo lo alto en el Centro de Convenciones Cancún Messe. Allí estaba lo más granado del mundo empresarial, político y social de Quintana Roo. Antonio Cervera, el presidente de la Asociación de Propietarios e Inversionistas, afirmó que el convenio era como “el Santo Grial del comercio exterior” y que el estado se colocaba así en la “Era del Tercer Milenio”.

El vídeo promocional era todavía más optimista y hablaba de “una nueva era de esplendor” y de la “profunda amistad” que une al dragón y la serpiente (los símbolos de China y México). El futuro centro comercial aspiraba a convertirse en una plataforma de exportación para Estados Unidos y América Latina, en crear en México 2.500 puestos de trabajo y en servir de atracción para el turismo de negocios. Todo eran ventajas.

Si esto era así para el estado de Quintana Roo, para China el Dragon Mart era su última palanca de apoyo a las exportaciones. El proyecto estaba basado en otro similar inaugurado en 2004 en Dubai (Emiratos Árabes Unidos) y contaba con el respaldo y diseño del Ministerio de Comercio de China. El momento era además propicio. Tras la crisis de 2008 y el descenso de la demanda en Europa y Estados Unidos, el gigante asiático necesitaba ahora abrirse paso en los mercados emergentes.

En esta misión, las pequeñas y medianas empresas chinas se encontraban con numerosos problemas (desconocimiento del idioma, distancia con China, asuntos bancarios y legales…), por lo que el Dragon Mart podía ser la solución. “Los empresarios chinos que hacen negocios comerciales en el mercado latinoamericano son extremadamente pocos, por lo que están luchando solos y les resulta muy duro. Es por eso que necesitamos una gran plataforma, crear un efecto de agrupación (cluster) para que todos juntos podamos unir fuerzas y abrir el mercado latinoamericano”, decía el propio Hao Feng (link en chino) en relación al Dragon Mart.

Dragon Mart Cancún: la oposición ciudadana

A pesar del apoyo del gobierno de Quintana Roo al proyecto, los vecinos de Cancún y Puerto Morelos no tardaron en montar en cólera. Desde el principio, el Dragon Mart provocó desconfianza y rechazo entre amplias capas de la sociedad, preocupadas por la destrucción medioambiental del proyecto, las graves consecuencias para la economía mexicana y la potencial migración china.

Rodolfo Rivera, un señor que comienza a peinar algunas canas y al que todo el mundo conoce como Rudi, fue uno de los vecinos que no dudó en oponerse al proyecto. “Yo creo que el Dragon Mart no conviene ni al pueblo ni al país. Porque van a traer una mercancía muy barata que le va a quitar mucho trabajo a todos los mexicanos”, explica en una de las tranquilas y soleadas calles de Puerto Morelos. “Y sólo puedo decirle una cosa: si el Dragon Mart llega aquí, esto ya no va a ser Puerto Morelos, va a ser Chino Morelos”.

A Rudi, quien visitó por primera vez la localidad en 1979 y lleva viviendo aquí más de quince años, también le preocupa la carga medioambiental que supondría el proyecto. El Dragon Mart calcula que podría llegar a tener un millón de visitantes al año, lo que implicaría más tráfico, más contaminación y más basura. Aunque el terreno se encuentra a unos tres kilómetros del mar, los vecinos temen que pueda afectar al arrecife mesoamericano (el segundo más grande del mundo) que se extiende por las costas de México, Belice, Guatemala y Honduras. “Ellos dicen que el Dragon Mart solamente va a ayudar a la economía mexicana, pero lo que nosotros sabemos es que estos chinos van a venir a dragar el arrecife. La población de Puerto Morelos sobrevive gracias al arrecife, porque ahí se hace pesca y se hace snorkel. Es un arrecife precioso”, dice con orgullo.

Curiosamente, Rudi me cuenta todo esto sentado a las puertas del único restaurante chino de Puerto Morelos. El negocio era de un hongkonés, pero fue comprado hace unos años por un mexicano y ahora Rudi trabaja de vez en cuando como camarero. Sentado en una de las mesas y acompañado por un planto de verduras salteadas y salsa de soja, a Rudi tampoco le convencen las oportunidades laborales que podría crear el Dragon Mart. “Dicen que va a haber mucho empleo para nosotros. Pero, ¿qué tipo de empleo? Yo no hablo chino, no escribo chino. Me van a dar empleo para lavar un baño, para limpiar el piso… ¿para ser su esclavo? ¡No!”.

A Rudi no le convencen nada las explicaciones que han dado las autoridades sobre el Dragon Mart Cancún. [FOTO: Daniel Méndez]

Palabras similares a las de Rudi resuenan por todas las esquinas de Puerto Morelos. Aunque muchos afirman que los habitantes son apolíticos y no suelen movilizarse, lo cierto es que el Dragon Mart ha unido a numerosas instituciones, ONGs y asociaciones vecinales en su contra. Desde Ombligo Verde hasta Voces Unidas de Puerto Morelos, pasando por el Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA), #YoSoy132 o Fundadores de Cancún, la sociedad civil de Quintana Roo dio un paso al frente con un objetivo común: acabar con el Dragon Mart.

Uno de los clímax de la movilización ciudadana se produjo el 10 de febrero de 2013, cuando una caravana de 142 vehículos recorrió el trayecto entre el Teatro de Cancún y el predio El Tucán, el terreno donde estaba planeada la construcción del Dragon Mart. A la manifestación, que se produjo un día antes de que el proyecto se debatiera en el Senado, se unieron ciudadanos de otras regiones de Quintana Roo. El mensaje, como se podía ver en las pancartas, era claro: “No al Dragon Mart”, “Sí al hecho en México”. Un manifestante había escrito en inglés en otro de los carteles: “Bienvenidos los turistas chinos, NO los productos chinos. Estamos orgullosos del hecho en México”.

Dragon Mart Cancún: la “invasión” china

Martha Abundes fue una de las personas que participó en esa manifestación. Llegó a la región en 1983 y actualmente es la directora del Parque de Arrecifes de Puerto Morelos, aunque aclara desde el principio que habla a título personal. “El asunto aquí es que nadie quiere ese proyecto. Nadie de la comunidad ni de los comerciantes. Todos lo sienten como una amenaza, casi como una invasión”, explica esta investigadora que forma parte del colectivo Fundadores de Cancún, una asociación civil y apartidista sin ánima de lucro.

Cuando el gobernador de Quintana Roo anunció a bombo y platillo el proyecto del Dragon Mart, a Martha Abundes tampoco le gustaron los privilegios que se le concedía a la empresa Chinamex (China Middle East Investment and Trade Promotion Centre). El acuerdo firmado en marzo de 2011 acordaba ventajas fiscales por parte del estado (como diferir el impuesto de las nóminas durante el periodo de consolidación del proyecto), publicidad gratuita bajo el eslogan de “Turismo de negocios” y ayudas para obtener la licencia de construcción y la conexión a la red de agua potable. “Se está desatendiendo a mucha gente local en cuanto a servicios y el gobierno del estado les estaba poniendo la mesa; les estaba ofreciendo no pagar impuestos y un montón de beneficios, cuando a la misma población de Puerto Morelos no les pavimenta las calles y no les pone drenaje. Eso molestó muchísimo a la gente”.

Otra de las polémicas del Dragon Mart ha girado en torno a la migración china. En el proyecto se explica que las compañías asiáticas podrán enviar a México a una persona de confianza para explicar las características de los productos, gestionar las compras y desarrollar el negocio. En la presentación de marzo de 2011, el subsecretario de Desarrollo Económico del gobierno de Quintana Roo, Francisco Armand Pimentel, habló de que se construirían 4.000 viviendas para alojar a 2.500 ciudadanos chinos.

La idea de un Chinatown en el corazón de Quintana Roo tampoco entusiasmó a los vecinos. “Se iba a generar un centro de población de chinos… y aquí nadie quiere a los chinos”, resume Martha Abundes. “Los chinos, para mí, es una cultura admirable, todos mis respetos… ¡pero en China! Que no vengan a esparcirse por todo el mundo… no sé… por lo menos los que están acá no han sido muy amigables con la gente”.

La idea de la invasión china, formada por las familias asiáticas que se iban a asentar en torno al Dragon Mart (“tú sabes que los chinos se empiezan a reproducir aquí como conejos”, dice Rudi) comenzó a preocupar todavía más a los habitantes de Quintana Roo. Hasta cierto punto, muchos vecinos de Puerto Morelos todavía lo ven como un choque cultural. “Yo no sé si los mexicanos tienen miedo a los chinos porque saben que son más trabajadores y más eficientes que nosotros; y que en un momento dado nos van a quitar la comida de la boca, porque ellos son más listos”, dice Martha Abundes. “Nosotros tenemos aquí tanta riqueza, y lo tenemos todo tan a la mano, que a veces no lo apreciamos. Y los chinos yo creo que están tan limitados de espacio y de recursos que a lo que sea ellos lo aprovechan al máximo y le sacan el 100%. Hay que aprender mucho de ellos también, pero no queremos que vengan aquí a ocupar nuestros espacios”.

Las empresas e instituciones involucradas han intentado convencer a la población de los beneficios del Dragon Mart, pero la desconfianza es máxima. Personas como Leticia Ortega, Rodolfo Rivera (Rudi) y Marta Abundes mencionan numerosos casos precedentes en los que los empresarios se han saltado la ley con el apoyo de las autoridades. En una ocasión, un hotel que iba a contar con 30 habitaciones acabó “misteriosamente” obteniendo un permiso para construir 300. En otras, la manifestación de impacto medioambiental para un proyecto turístico se consigue a cambio de un maletín repleto de dólares. La corrupción parece generalizada y ni Leticia, ni Rudi, ni Marta tienen mucha fé en las instituciones. Es mejor salir a la calle y protestar.

El caso del Dragon Mart es algo mucho más grande que un simple proyecto inmobiliario y comercial. En realidad, el tamaño de la inversión (prevista en 180 millones de dólares) es pequeño si se compara con los 26.738 millones de inversión extranjera directa que México recibió en 2016. El proyecto, sin embargo, se ha convertido en uno de los mayores símbolos de la competencia comercial entre los dos países y de la profunda animadversión con la que los mexicanos perciben todo lo relacionado con China.

China vs México: la guerra comercial

El 14 de marzo de 2013, el Auditorio Narciso Bassols de la Universidad Nacional Autonóma de México (UNAM) estaba lleno a rebosar. No se trataba de ningún concierto de música ni de la última película de Leonardo di Caprio. El evento tenía que ver con el Dragon Mart, convertido en aquellos meses en tema de conversación en el Congreso de México, en los medios de comunicación e incluso en los bares y cantinas de todo el país. Aunque en la mesa redonda organizada por el Centro de Estudios China México (CECHIMEX) estaban Juan Carlos López, el director del proyecto, y Luz María Beristain, senadora por Quintana Roo, la persona que encandiló al público y a los periodistas fue Luis Foncerrada.

Este físico y economista, director del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP), un think tank fundado en 1963, no dejó títere con cabeza en su crítica al Dragon Mart. En su opinión, el proyecto sería perjudicial para la industria mexicana, promovería la competencia desleal y favorecería a un país que no se rige por las reglas del mercado. “Por supuesto que creemos en la competencia, pero en una competencia justa y de calidad. No creemos en la competencia con productos subsidiados, artificialmente baratos o productos de dumping. Eso daña nuestra industria”, afirmó Foncerrada.

En la discusión en esta universidad mexicana salieron a la luz tensiones acumuladas durante décadas. El debate fue educado, pero sin medias tintas y directo a la yugular. Luis Foncerrada, el segundo en hablar, lo hizo con voz calmada pero contundente, quejándose de las prácticas comerciales chinas y del apoyo que reciben por parte de su gobierno. “¿Van a competir nuestras empresas con las empresas chinas en un campo justo? La respuesta es no. No, porque no van a competir contra empresas chinas, van a competir contra una política económica del Estado chino”.

En su opinión, parte de la competitividad del gigante asiático viene por “mantener brutalmente devaluado el yuan”, lo que hace sus productos más baratos. No sólo eso, sino que la desleal competencia china también estaría basada en la ausencia de sindicatos, el daño medioambiental y los bajos salarios de sus obreros, explicó Foncerrada. “No ganan por su productividad y su competitividad, no son productos de mayor sofistificación técnica; sino que ganan por el tipo de cambio, dumping y otro tipo de medidas. Todos ustedes saben cuáles son las condiciones de los obreros chinos”.

En este contexto de competencia desleal, el director del CEESP destacó que el Dragon Mart es la última pieza de la estrategia del Estado chino por conquistar los mercados latinoamericanos. Chinamex, la empresa que firmó el acuerdo con el estado de Quintana Roo, está registrada en Holanda, pero fue creada por el propio Ministerio de Comercio de China. No hay dudas de que la idea original provino del gigante asiático y de que fue la propia Chinamex la que seleccionó a la ciudad de Cancún. De hecho, Luis Foncerrada citó aquí al propio director del proyecto Dragon Mart, el empresario Juan Carlos López, quien en una reunión con los proveedores de Quintana Roo reconoció que ese era el objetivo de las autoridades chinas. “El proyecto Dragon Mart surge de la necesidad de que las pequeñas y medianas empresas chinas puedan vender sus productos dentro y fuera de China”, dijo en julio de 2012 en referencia al primer centro de estas características creado en Dubai.

A pesar de sus críticas, Luis Foncerrada defendió desde el principio que tanto él como CEESP están a favor del libre comercio. De hecho, este think tank mexicano ayudó en el diseño del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) y el propio Luis Foncerrada promovió el Trado de Libre Comercio con la Unión Europea. “Esto no es un tema de protecciones. Es un tema de crecimiento y de empleo en el país; y de la política industrial que requerimos”.

México y China: la competencia comercial

Fue en este punto en el que Luis Foncerrada hizo mención al enorme déficit comercial con China (64.113 millones de dólares en 2016), que pesa como una losa en las relaciones entre los dos países. Aunque en torno al 91% de los productos chinos importados no acaban en manos de los consumidores mexicanos, sino que son bienes intermedios que se incorporan a la industria mexicana y acaban siendo exportados, para muchos economistas éste es precisamente el problema. “La pregunta es: ¿qué exportamos? Y la respuesta es: exportamos importaciones”, resumió Luis Foncerrada. “Uno de los puntos que nosotros pedimos es la necesidad de una política industrial que no hemos tenido desde hace quizás 20 años. Si queremos crecer y crear empleo de manera importante uno de los retos que tenemos es incrementar claramente el contenido nacional de nuestras exportaciones. Punto. Y a esto se debería dedicar nuestra política industrial”.

Luis Foncerrada no ha sido ni mucho menos el único economista y empresario en oponerse al Dragon Mart. Desde que se dio a conocer el proyecto, casi todas las cámaras industriales del país se han manifestado en su contra. En diciembre de 2012, el presidente de la Confederación de Cámaras Industriales (CONCAMIN), Francisco Funtanet, advirtió que el Dragon Mart supondría pérdidas de 200 millones de dólares para la industria mexicana y traería consigo facturas falsas, productos piratas, contrabando y otras prácticas ilegales.

Grupos empresariales como la Cámara Nacional de la Industria de Transformación (CANACINTRA), la Cámara Nacional de la Industria del Vestido (CANAINVES), la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX) o la Cámara de la Industria del Calzado del Estado de Guanajuato (CICEG) también criticaron el proyecto desde los primeros días. El presidente de la comisión de aduanas de la CONCAMIN, Guillermo Vidales, advertía a finales de 2012 que la apertura del Dragon Mart provocaría la pérdida de 68.000 empleos al año[ Vanguardia (5 de septiembre de 2013).

Todas estas cámaras, las más importantes e influyentes del país, se sintieron identificadas con el discurso de apenas 20 minutos que Luis Foncerrada pronunció en la UNAM. El economista mexicano aprovechó también para denunciar que China es el país que recibe más medidas antidumping en la Organización Mundial del Comercio (en torno a un 24% del total). Su conclusión fue clara: “no podemos permitir que haya una especie de Tratado de Libre Comercio favoreciendo a otro país por la puerta de atrás”.

Cuando Foncerrada acabó su intervención con un sencillo “gracias”, el auditorio rompió en un atronador aplauso de 13 segundos. En unos meses de acaloradas discusiones en los medios de comunicación y gran tensión en todo el país, este economista supo expresar la indignación e impotencia que muchos mexicanos sienten desde hace años. Ya en la ronda de preguntas, un ciudadano se levantó del asiento, tomó el micrófono y se dirigió al director del CEESP: “Yo solamente le haría una pregunta concreta al Doctor Foncerrada: dígame por favor tres acciones directas para apoyarlo más fuertemente para oponernos a este proyecto”.

Los empresarios mexicanos detrás del Dragon Mart Cancún

Cuando a Miguel Pedraza le comentaron la posibilidad de montar un megacentro comercial de productos chinos cerca de Cancún, la idea le pareció fantástica. En ningún momento pudo imaginarse la ola de indignación que años después recorrería México. “Todo el mundo sobredimensionó el Dragon Mart. Nuestra inversión es la mitad de un hotel normal”, explica Miguel Pedraza por teléfono. “Nos han dicho hasta que nos vamos a morir. Hubo gente que nos amenazó de muerte si traíamos determinados productos”.

Ahora todo suena muy lejano, pero la primera vez que Miguel Pedraza escuchó hablar del proyecto, según su propia versión, fue en 2004. Por aquel entonces estaba en Barcelona y se dio cuenta de que todo el mundo hablaba del Dragon Mart de Dubai. Construido ese mismo mismo año y con un espacio de 150.000 metros cuadrados, muy pronto este centro comercial se convirtió en un importante punto de comercialización y distribución de productos chinos en Oriente Medio y África. ¿Se podría hacer algo parecido en América Latina?

Miguel Pedraza pensó que sí. En el año 2005 se reunió por primera vez en China con los responsables del Dragon Mart, quienes en ese momento estaban ocupados con el desarrollo de otro centro comercial en Ámsterdam. El tema se fue concretando poco a poco. Miguel Pedraza comenzó a trabajar en 2008 como asesor de China Minmetals Corporation, una de las grandes mineras estatales chinas, cuyo director en México era el empresario Hao Gang. Éste resultó ser el hermano de Hao Feng, el director de Chinamex que tres años más tarde firmó el acuerdo con el gobernador de Quintana Roo. Todo quedaba en familia.

Miguel Pedraza le comentó la idea a otros empresarios para ver si estaban interesados en el proyecto. Entre ellos estaban José Luis Salas Cacho, Luis Felipe Salas Benavides y Juan Carlos López Rodríguez, todos ellos procedentes de Monterrey, en el norte de México, y que tenían negocios en el sector inmobiliario, de comercio exterior y logística. Aprovechando una visita que hicieron con motivo de la Exposición de Shanghai de 2010, se reunieron allí con Hao Feng para seguir explorando la idea de crear un Dragon Mart en México.

Juan Carlos López Rodríguez, uno de los empresarios de Monterrey que viajó a Shanghai en 2010, se ha convertido en los últimos años en la cara visible del proyecto. De cara redonda, trato amable y verbo fácil, cuando nos encontramos en las oficinas del Dragon Mart en Cancún me explicó que había habido muchos rumores y que el proyecto no era ni chino ni estatal, sino mexicano y privado. “Yo he ido unas 14 veces a China y se me hace una cultura y un país maravillosos. Pero ese no es el tema. Aquí es el tema de un negocio: nosotros somos desarrolladores inmobiliarios”, explica. “Nuestro proyecto ni siquiera es específicamente de China. Nosotros no somos voceros de un país. Somos mexicanos y estamos desarrollando un negocio”.

Aunque en un principio se habló de un 40% de inversión china para desarrollar el Dragon Mart, al final la cifra se ha reducido al 10%. Actualmente, las acciones de la empresa Real State Dragon Mart Cancún están repartidas en un 50% para los empresarios del Grupo Monterrey (José Luis Salas Cacho, Luis Felipe Salas Benavides, Juan Carlos López Rodríguez y Miguel Pedraza Villareal), un 40% para Carlos Castillo Medrano (cuya familia poseía el terreno de El Tucán) y un 10% para Chinamex. El presidente de la empresa sigue siendo Hao Feng. “La gente dice que es el gobierno chino el que está detrás del proyecto… es absolutamente mentira. Son mentiras e invenciones”, se defiende Juan Carlos López. “Chinamex es el socio estratégico y tiene el 10% del capital social de la empresa. Pero fíjate que la comercialización, la promoción del proyecto y la captación de clientes en China la hace otra empresa; una empresa privada china que se llama Chengkai [Investment Company] y a la que le pagamos una comisión para hacer toda la promoción en por lo menos nueve provincias de China”.

¿Mentiras y racismo en torno al Dragon Mart Cancún?

Como empresario, Juan Carlos López no le ve tantos problemas al negocio. La idea era aprovechar la ubicación de Cancún, sus buenas infraestructuras, conexiones internacionales, marca reconocida en todo el mundo, seguridad, atractivo turístico, buen clima y servicios médicos para generar un nuevo polo de desarrollo económico. Quintana Roo siempre ha dependido del turismo (especialmente el proveniente de Estados Unidos y Europa), por lo que el estado llevaba tiempo intentando diversificar su economía. El Dragon Mart podía ser la solución. El proyecto quería obligar a las compañías extranjeras a crear una empresa mexicana y generar un círculo virtuoso en torno al centro comercial, con servicios como consultoría, traducción, transporte, diseño, colegios de abogados, bancos o restaurantes.

Para Juan Carlos López, toda la polémica generada en torno al proyecto se ha sacado de contexto y ha estado alimentada por rumores y mentiras interesadas. En su opinión, los productos chinos van a seguir llegando a México de todas formas, el Dragon Mart puede sencillamente mudarse a Panamá, Miami o Caracas (provocando el mismo efecto) y los únicos que se verían perjudicados por el proyecto serían las empresas intermediarias.

Juan Carlos López defiende que han sido precisamente las grandes compañías importadoras (como Wal-Mart) las que han organizado una persecución mediática en su contra. “Dices que la gente está en contra del proyecto porque no les dieron la información. Es falso. O que la gente está en contra del proyecto porque no les gusta. Es falso. La reacción que ha tenido el proyecto en contra es una reacción perfectamente organizada por los intereses a los que afecta un proyecto de esta naturaleza”.

Este empresario también se queja de las exageraciones y el sensacionalismo con los que los medios de comunicación trataron el proyecto. Mientras algunas publicaciones utilizaron titulares tan llamativos como “El misterioso y voraz dragón de Cancún” o “La destrucción del monstruo chino llegó a México“, en las páginas interiores se definían las inversiones chinas como “aves de rapiña” y se afirmaba que “lo único cierto es que un dragón pretende tragarse un trozo del sureste mexicano”. En cuanto a la migración, en un programa de radio local se dijo que serían 10.000 chinos, mientras que en otras publicaciones se hablaba de “una mancha cultural” de aproximadamente 100.000 personas.

La animosidad hacia el Dragon Mart fue tan grande que el propio Secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, llegó a alertar en 2013 de la “xenofobia” que estaba rodeando al proyecto.

En medio de todo el revuelo generado en torno al Dragon Mart, la verdad es que sorprende la calma con la que Juan Carlos López responde a todas las preguntas, incluidas las más incómodas. En las oficinas de la empresa en Cancún, este empresario me mostró una detallada maqueta con los cerca de 3.000 locales de exhibición, las 722 viviendas proyectadas, las bodegas, amplias zonas verdes y una gran explanada para realizar todo tipo de eventos. “El tema es que mucha gente aquí a nivel local el tema China les hizo mucho ruido. Pero es muy sencillo; es un negocio al que no hay que verle tantas aristas”.

La clausura del Dragon Mart Cancún

A pesar de las críticas, el Dragon Mart avanzó imparable hasta el 6 de marzo de 2014. Ese día, la Procaduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA), una institución de ámbito nacional, decidió volver a inspeccionar el Dragon Mart, al que unos meses antes había dado el visto bueno. Tras la realización de este nuevo estudio, en enero de 2015 el proyecto recibió el golpe definitivo: la PROFEPA ordenó la clausura total del proyecto por haber afectado a la vegetación y no contar con los permisos necesarios. A los pocos días, en la valla exterior que debería dar paso al mayor centro comercial de productos chinos del mundo, se había colocado una lona en la que destacaba una palabra en mayúsculas y letras rojas: CLAUSURADO.

El terreno donde se iba a construir el Dragon Mart Cancún. [FOTO: Daniel Méndez]

Detrás de la revisión de la PROFEPA y de la batalla legal contra el Dragon Mart ha estado Alejandra Serrano, la directora hasta 2016 de la oficina en Cancún de la ONG Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA). Alejandra Serrano se sabe de memoria el caso y explica con voz pausada las batallas en los juzgados emprendidas contra el proyecto. Ya desde el primer momento, esta abogada laboralista se quejó de la falta de información en torno al Dragon Mart, del daño que podría ocasionar al ecosistema natural, de la ausencia de permisos para el tratamiento de aguas residuales, de la necesidad de cambiar el uso de suelo forestal o de que el estudio de impacto medioambiental aprobado por el estado de Quintana Roo era incompleto (y no coincidía con el que más tarde se presentó al municipio).

Además de estas cuestiones técnicas y legales, Alejandra Serrano (como otras ONGs, asociaciones de vecinos y periodistas) también destaca los cambios constantes que sufrió el proyecto. Si en un principio la cara más visible del Dragon Mart era Hao Feng, con el paso del tiempo fue Juan Carlos López quien se situó en primera línea. Mientras que en marzo de 2011 sólo se hablaba de productos chinos, en las consiguientes presentaciones se aseguraba que podrían venderse bienes de todas las nacionalidades. Los 2.500 ciudadanos chinos que iban a trabajar en este gran complejo comercial se acabaron convirtiendo en 700. Para Alejandro Serrano, todas estas transformaciones tan sólo demostraban que el proyecto se iba corrigiendo al paso de las críticas y que los promotores estaban dispuestos a todo con tal de que saliera adelante.

Pero por encima de estos temas, la gran demanda de esta joven laboralista era que el Dragon Mart necesitaba contar con la aprobación de la PROFEPA. El proyecto llegó a contar con los permisos estatales (Quintana Roo) y municipales (Benito Juárez), mientras que las autoridades centrales habían anunciado en noviembre de 2012 (y confirmado en septiembre de 2013) que el Dragon Mart “no es más que una inconformidad local”. Y fue en este tema en el que Alejandra Serrano dio la batalla. “Muchos de los proyectos que han sido evaluados en ese corredor en el que está el Dragon Mart han sido evaluados por la autoridad federal. ¿Por qué? Porque la Ley Federal, la Ley general del equilibrio ecológico y la protección al ambiente, establece que los desarrollos turísticos e inmobiliarios que impacten ecosistemas costeros deben ser evaluados a nivel federal”, explica Alejandra Serrano desde su oficina en Cancún, frente a algunos de los grandes edificios que pueblan el centro de la ciudad.

Desde la ONG Centro Mexicano de Derecho Ambiental, Alejandra Serrano lideró la oposición al Dragon Mart Cancún. [FOTO: Daniel Méndez]

Cuando esta ONG (con la ayuda del senador panista Daniel Gabriel Ávila Ruiz) consiguió la implicación de PROFEPA en marzo de 2014, las perspectivas del Dragon Mart dieron un giro de 180 grados. En unos pocos meses los promotores recibieron dos multas por un total de 21,83 millones de pesos (1,13 millones de dólares) por haber dañado la vegetación y haber realizado las obras sin los permisos correspondientes. Algunas fuentes apuntan que la implicación de las autoridades centrales permitió juzgar con más rigor todas las cuestiones legales y técnicas del proyecto, algo que no se había podido hacer en Quintana Roo debido al respaldo de su gobernador, el priísta Félix González Canto. Además de eso, la sombra de la corrupción volvió a planear sobre México: a finales de 2015, la PROFEPA abrió una investigación contra dos ex-funcionarios del estado por posibles irregularidades en el visto bueno que se había dado anteriormente al proyecto.

Aunque los promotores mexicanos han apelado la decisión de la PROFEPA a los tribunales, todo el mundo (incluidos sus promotores) da por muerto el Dragon Mart Cancún. Las oficinas de la empresa están vacías y ya no hay ni rastro de la maqueta que Juan Carlos López enseñaba con orgullo. El propio empresario mexicano no responde ni al teléfono ni a los emails. La página web del proyecto (http://www.dragonmartcancun.mx/), donde se recogían muchos de sus detalles y beneficios, está inoperativa.

Al margen de las cuestiones legales, no hay duda de que la paralización del proyecto responde también a la movilización ciudadana y a la oposición frontal de importantes sectores económicos del país. El Dragon Mart ha sido mucho más que un simple centro comercial. El proyecto concentró a su alrededor la conflictiva historia que han vivido en las últimas décadas México y China. Para comprender esta historia, y la animadversión que generó el Dragon Mart, es necesario retroceder en el tiempo y visitar el norte de México.


Nota: este artículo forma parte del libro “136: el plan de China en América Latina” (puedes comprarlo en Amazon España o Amazon Estados Unidos). Si solo te interesan las relaciones entre China y México, échale un vistazo al ebook México y China: la guerra perdida contra el made in China.

Daniel Méndez
Daniel Méndez es el autor del libro "136: el plan de China en América Latina", publicado en 2019 y que explica en profundidad las crecientes relaciones políticas y económicas entre el gigante asiático y el continente americano. En 2010 creó la página web ZaiChina. Es Licenciado en Periodismo y Estudios de Asia Oriental. Colaboró desde Pekín con varios medios de comunicación (entre ellos El Confidencial, Radio Francia Internacional, El Tiempo y EsGlobal) y es el autor del libro "Universitario en China. Así son los futuros líderes del país". [Más artículos de Daniel Méndez]

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