¿Está el desarrollo económico ayudando a la dictadura china?

por | Sep 5, 2014 | Economía china, Lo último, Política china

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La teoría decía que el desarrollo económico traería democracia. Pero, ¿y si fuera al revés?

Hasta hace poco, el desarrollo económico era considerado como una de las claves para promover la democracia. La teoría era muy sencilla: con mejores condiciones de vida, se facilitaba el surgimiento de clases medias educadas, con deseos de participar en política y de proteger sus intereses. Todo ello significaba que existía un fuerte vínculo entre el desarrollo económico y la liberalización política, como se había demostrado en los países europeos y también en las ricas naciones asiáticas (Japón, Corea del Sur y Taiwán).

Esta teoría, sin embargo, podría estar rompiéndose en el siglo XXI, entre otras cosas por países como China, Rusia y Vietnam. “La historia reciente ha complicado el asunto […] El creciente número de prósperos estados autoritarios sugiere que una mayor riqueza por sí misma no lleva automáticamente a mayores libertades políticas”, explican Bruce Bueno de Mesquita y George W. Downs en un artículo de 2005 (todavía hoy de suma actualidad). “El desarrollo económico, en lugar de ser una fuerza para el cambio democrático en estados tiránicos, puede en ocasiones ser utilizado para fortalecer regímenes opresivos”.

¿Por qué pasa esto? Por un lado, porque el crecimiento económico contribuye a la legitimidad de los gobernantes. Si las condiciones de vida mejoran, todo el mundo estará satisfecho y dará las gracias al gobierno. En segundo lugar, porque esa mayor riqueza contribuye a que el Estado cuente con más recursos para mantenerse en el poder. Con más dinero, el gobierno puede invertir en policía, contratar más funcionarios, presionar a los disidentes o paliar desastres naturales.

A pesar de estos efectos directos del desarrollo económico, Bruce Bueno de Mesquita y George W. Downs piensan que la clave se encuentra en la “sofistificación de los gobiernos autoritarios”. El caso de China, una vez más, es paradigmático: el gobierno se ha esforzado en aprender de las manifestaciones de 1989 en Tiananmen, la desintegración de la URSS, los movimientos democráticos en Europa del Este y las revoluciones en el mundo árabe; el control político que se ejerce en Pekín es hoy sumamente hábil a la hora de evitar cualquier movimiento de oposición. Y esa represión política se lleva a cabo sin afectar significativamente al desarrollo económico.

Aunque puede haber distintas variantes en función del país, esa “represión sofisticada” se basa en controlar únicamente aquellas libertades que pueden poner en apuros al gobierno. Estamos hablando de herramientas clave de la organización política y social, como la creación de partidos políticos, la existencia de sindicatos independientes, la libertad de expresión o el derecho a manifestarse. Salvo excepciones, aquí los gobiernos autoritarios son inflexibles. Los autores los definen como “bienes de coordinación”, ya que tienen el potencial de aglutinar y unir a los ciudadanos para enfrentarse al gobierno.

Esa represión, sin embargo, se combina con una mayor flexibilidad en el ámbito de los llamados “bienes públicos”, que abarcarían la educación, la sanidad, las infraestructuras, las libertades individuales o la iniciativa privada. Países como China, Rusia o Vietnam se han dado cuenta de que permitir a los ciudadanos disfrutar de este tipo de bienes no implica tantos riesgos. Aumentar el número de licenciados universitarios, por ejemplo, puede ser perfectamente compatible con un país autoritario. Ver películas de Hollywood no tiene por qué acabar con un gobierno dictatorial. Estudiar en el extranjero, navegar por internet, montar una empresa o tener cientos de millonarios tampoco es un riesgo directo para el Partido Comunista. Todo esto se puede permitir… siempre y cuando los “bienes de coordinación” estén controlados.

En el caso de China, la propaganda es sin duda otro de los elementos centrales de esa estrategia autoritaria y desarrollista. Aunque la aparición de medios comerciales, Internet y el contacto con el extranjero han minado la credibilidad informativa del gobierno, lo cierto es que el Partido Comunista todavía se las arregla bastante bien para convencer a los ciudadanos de que lo está haciendo genial. Cada incremento de PIB trae consigo elogiosos titulares en los medios de comunicación chinos; con ese desarrollo económico, China se convierte poco a poco en un país importante y poderoso en la escena internacional. Todo eso no hace sino facilitar más argumentos para mantener el actual régimen.

A pesar de lo que explican Bruce Bueno de Mesquita y George W. Downs, todo esto no quiere decir que el desarrollo económico no produzca mayores márgenes de libertad individual para los ciudadanos. Cualquiera que sea mínimamente realista reconocerá que los ciudadanos chinos son hoy mucho más libres de lo que lo eran hace 30 años. Eso, sin embargo, no quiere decir que el desarrollo económico vaya a llevar directamente a China hacia un régimen democrático. Y los dirigentes chinos parecen haberlo comprendido bastante bien.

Daniel Méndez
Daniel Méndez es el autor del libro "136: el plan de China en América Latina", publicado en 2019 y que explica en profundidad las crecientes relaciones políticas y económicas entre el gigante asiático y el continente americano. En 2010 creó la página web ZaiChina. Es Licenciado en Periodismo y Estudios de Asia Oriental. Colaboró desde Pekín con varios medios de comunicación (entre ellos El Confidencial, Radio Francia Internacional, El Tiempo y EsGlobal) y es el autor del libro "Universitario en China. Así son los futuros líderes del país". [Más artículos de Daniel Méndez]

3 Comentarios

  1. Eduardo

    Saludos. Gracias por compartirnos tus opiniones. Comparto el hecho de que la idea de “existía un fuerte vínculo entre el desarrollo económico y la liberalización política, como se había demostrado en los países europeos y también en las ricas naciones asiáticas (Japón, Corea del Sur y Taiwan)” merece revisión. Se considera que hasta la década de 1990 hubo una elección presidencial realmente democrática en Taiwan, el cuál ya se había adquirido un desarrollo económico considerable. En Japón, con algunas excepciones mínimas, un solo partido estuvo en el poder desde 1953 hasta 1990, tiempo durante el cual se afianzó un desarrollo económico pleno. La historia se repitió en Corea del Sur. La diferencia de estos países y China es la población y la historia. Pocos saben, además, que en Vietnam el jefe de Estado se elige por medio de votación nacional (se le podría llamar un reféréndum, más bien). Sin embargo, tengo entendido que en China existen todos los “bienes de coordinación” que hay en otras latitudes, incluso el de los partidos políticos. Es decir, la gente se organiza, protesta y manifiesta su comunicación. Por ejemplo, el sistema político chino tiene una práctica que data desde tiempos imperiales: la petición, la cual es un vínculo de comunicación importante, y directo, entre pueblo y gobierno, situación que no hay en muchos países democráticos. Además, se calcula que, anualmente, hay poco más de 150,000 protestas en toda China, las cuáles no se reprimen brutalmente. Me recuerda la clásica idea de que un estadunidense le dice a un chino “en tu país no hay libertad como en el mío, que puedo pararme en frente de la Casa Blanca y gritar ‘Obama, ¡eres un idiota!” a lo que el chino le responde “yo también tengo esa libertad; me puedo parar en medio de la Plaza de Tiananmen y gritar ‘Obama, ¡eres un idiota!”. Probablemente los análisis políticos se deben readecuar cuando se estudia no solo a China, sino al Este de Asia en su conjunto. ¡Saludos!

  2. Daniel Méndez

    Gracias por tu comentario, Eduardo.

    El caso de Vietnam, sin embargo, es similar al de China: el presidente es elegido por la Asamblea Nacional, por lo tanto sin la participación directa de los ciudadanos. Es bastante difícil argumentar que se pueda tratar de un referendum nacional… porque la gente no vota directamente.

    En cuanto a China, creo que la mayoría de expertos, tanto chinos como extranjeros, estarían de acuerdo en que esos “bienes de coordinación” están muy restringidos. En China no hay partidos independientes (que se lo digan a Liu Xiaobo o Hu Jia) ni tampoco sindicatos al margen del gobierno. La gente se organiza de forma muy precaria, casi siempre a nivel local y siempre y cuando se defiendan medidas que vayan en la línea del Partido Comunista. Varios estudios recientes, de hecho, muestran muy bien como la censura que se aplica en las redes sociales no tiene tanto que ver con lo que se dice… sino sobre todo con el objetivo de evitar manifestaciones y organizaciones conjuntas.

    Eso no quiere decir que la mayoría de chinos se sientan oprimidos o que no tengan amplios márgenes de libertad individual (como digo en el artículo, formación universitaria, intercambios culturales, enriquecimiento, viajar libremente por el país, quejarse al gobierno…). Pero en lo que son derechos políticos y de organización política, la cosa sigue muy restringida.

  3. Pedro

    Muy bueno el post, en China pasa lo mismo politicamente hablando que en los paises ex socialistas de Europa y actualmente en Cuba. El sistema esta diseñado para que una pequeña cupula de autoelegidos se mantengan gobernando todo el tiempo y disfrutando las mieles del poder. Para lograrlo tienen que anular todos los mecanimos de regulacion social del poder que existe en los estados de derecho, especialmente el control absoluto de los medios de comunicacion social y evitar a toda costa la independencia de poderes del estado.Entonces mientras mas fuertes son economicamente mas recursos tienen para evitar que nada cambie.

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