Debate: ¿Se autocensuran los medios extranjeros (y españoles) al hablar de China?

por | Dic 2, 2013 | Lo último, Medios de comunicación en China

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No corren buenos tiempos para los medios extranjeros en China. Este mes, Bloomberg News ha sido acusado de no publicar un reportaje de investigación por miedo a las represalias del gobierno chino. Según las informaciones de Financial Times o The New York Times, Bloomberg decidió sacrificar su independencia periodística para mantener su negocio más rentable, el de los servicios financieros para las empresas. Casi al mismo tiempo, el gobierno chino denegó el visado solicitado por Reuters para el periodista Paul Mooney.

En medio de estas polémicas, hemos decidido organizar un debate con algunos de los periodistas hispanohablantes que trabajan o han trabajado en el país. Los participantes han sido:
Zigor Aldama, corresponsal del Grupo Vocento y colaborador habitual de El País; Antonio Broto, periodista de EFE y autor del blog Chinochano; David Jiménez, escritor y corresponsal de El Mundo en Asia; Daniel Méndez, colaborador de El Confidencial y director de ZaiChina; Isolda Morillo, periodista de Associated Press; y Diego Torres, reportero en China del diario El Mundo y Expansión.

El debate se ha realizado durante los últimos días por email y con un límite de 300 palabras por respuesta. Estas fueron las preguntas de partida:

¿Se encuentran los medios en español en situaciones similares a la de Bloomberg?
¿Existe autocensura en los medios extranjeros (y españoles) que informan sobre China?
¿De qué forma condiciona el Gobierno de Pekín lo que publican los medios en español sobre China?

 

Diego Torres, reportero en China de El Mundo y Expansión.

Yo creo que es importante explicar primero que los periodistas extranjeros que informamos en China no estamos sometidos a la censura previa que el régimen impone sobre los medios locales. A mí me han preguntado, por ejemplo, si las crónicas que escribo tienen que pasar por algún buró del Gobierno antes de publicarse. Esto no funciona así. Lo que escribimos se envía directamente a nuestras redacciones fuera del país y sale publicado sin que las autoridades chinas intervengan de ninguna forma en el proceso.

Ahora bien, el Gobierno de Pekín sí tiene instrumentos para condicionar lo que publican los periodistas extranjeros. El primero son las represalias. El Ministerio de Exteriores chino, a través de su red de embajadas, estudia lo que se publica sobre China en el exterior. Si no le gusta, el autor de la información puede sufrir represalias. La más grave generalmente consiste en que le cancelen -más bien no le permitan renovar- el visado de periodista, con lo cual debe abandonar el país y no puede seguir haciendo su trabajo. En el caso de Bloomberg, se han utilizado también represalias comerciales, instruyendo a las empresas locales para que no compren los terminales de la firma norteamericana y censurando el acceso a su web.

El segundo instrumento consiste en las barreras de acceso a la información: si hay un pueblo donde los campesinos se han levantado para quemar la sede del Partido Comunista local, es posible que no dejen entrar a periodistas extranjeros. No significa que no podamos informar, sino que no podemos ir al lugar y ver con nuestros propios ojos lo que está sucediendo. Estas murallas operan en muchos ámbitos. Un ejemplo es el mundo académico. Es muy difícil localizar a expertos locales en las universidades que hablen de temas sensibles como la riqueza acumulada por los jerarcas del Partido Comunista.

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Zigor Aldama, corresponsal del Grupo Vocento y colaborador de El País

Estoy completamente de acuerdo con Diego. Es cierto que las trabas que los diferentes gobiernos de China nos ponen son más de acceso a las fuentes o a los lugares que relacionadas con una censura al uso, ya sea previa o posterior. Personalmente, creo que la situación en Shanghái es bastante mejor que en Pekín. Aquí, en varias ocasiones, el propio Gobierno me ha ayudado a entrar en fábricas y me ha recomendado expertos académicos para que hiciesen valoraciones que, en algunos casos, han sido críticas con la línea oficial. Y el trato es cordial.

A este respecto, creo que hay un factor importante que juega a nuestro favor, reconocido por un funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores: lo que digamos los medios españoles (o en español, que ahora todos somos globales) no importa mucho en las esferas del poder chino.

Y eso mismo es lo que se puede aducir para explicar la censura y/o autocensura en los propios medios españoles y entre nosotros, que creo que es inexistente. Jamás me han dicho desde un medio español qué puedo o no puedo decir sobre China. La libertad que tengo es absoluta, y me parece que eso tiene que ver con el poco interés que China todavía despierta en nuestros medios de comunicación. Quizá tampoco haya tanta presión por parte del entorno económico como la que se puede ejercer en referencia a América Latina. Pero el resultado es el mismo: salvo por trabas para viajar a Tíbet, y las cortapisas puntuales en la cobertura de asuntos política o socialmente espinosos, creo que trabajo con total libertad. Eso sí, las visitas de la Policía a casa son un incordio que se podrían ahorrar.

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David Jiménez, escritor y corresponsal de El Mundo en Asia

Creo que lo primero que habría que recordar es que las dificultades de los periodistas extranjeros en China son mínimas comparadas con las que padecen los locales. Una treintena están en la cárcel por hacer lo que a los demás nos cuesta una reprimenda o, en mi caso, un veto que me impide entrar en el país desde marzo de 2011. Ya me gustaría que, como dice Zigor, lo que he escrito de China en los 14 años en los que pude hacerlo no les hubiera importado. Me habría ahorrado arrestos, noches en comisaría y abusos a mis traductores. Todo depende, claro, de las historias que estés dispuestos a cubrir. Cuando llegué al país por primera vez, en 1998, se vivía una apertura que influía muy positivamente en el trabajo de los informadores extranjeros. Pero llegó Hu Jintao y se inició una campaña de intimidación de la prensa extranjera que aumentó en vísperas de los Juegos Olímpicos y ha continuado hasta hoy con el acoso a traductores y fixers, no renovación de visados, expulsiones y vetos como el que se ha impuesto a mí y a otros colegas.

Lo peor es lo bien que ha funcionado. ¿Cuántos corresponsales extranjeros han tratado de entrar en las zonas restringidas del Tíbet? Una minoría. ¿O es que la inmolación de más de un centenar de monjes no es noticia? Generalizar es siempre injusto, pero creo que sin duda un sector importante de la prensa española y extranjera se ha dejado amedrentar y practica una evidente autocensura.

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Isolda Morillo, periodista de Associated Press

No sé si el enfoque de este debate es únicamente sobre la censura a medios en español, o se expande a otros medios extranjeros también, y si es sobretodo sobre la autocensura, o la censura que viene de parte de las autoridades chinas. En todo caso, creo que hay algunos puntos generales que me gustaría comentar y ver qué piensan los demás sobre estos.

Siguiendo la nota anterior, considero que la censura en China es selectiva. La censura se aplica según una lista de temas prioritarios, encabezados por lo que el gobierno chino considera como los temas de “interés central”, por ejemplo: seguridad nacional, soberanía, unidad de la nación, y estabilidad social. Por supuesto siempre hay temas que surgen en la coyuntura que pueden entrar en estas listas, como por ejemplo los bienes y riqueza de los altos lideres del PCCh, etc. Por otro lado, el control hacia los medios se ejerce según el grado de influencia que tengan estos, ya sea internacionalmente como en el interior de sus países. A mayor influencia, mayor control, por ello los medios anglosajones son posiblemente mucho más censurados que los de otros idiomas.

Yo no llamaría “censura” a la dificultad de conseguir información sobre China, pero creo que sí juega un rol importante. Esto es una gran lástima, ya que por la importancia que está cobrando China en el mundo, hay muchos temas que serían de interés vital y que sin embargo no llegamos a cubrirlos con la profundidad necesaria, y muchas veces esto se debe a la dificultad de acceder a la información. La censura impide el acceso y la libre circulación de información, el internet que suele ser fuente de muchos periodistas, está fuertemente censurado, y es muy típico que un blog, o micro-blog o incluso un portal se cierre de la noche a la mañana, los posts en internet también sufren esta suerte, y esto es una gran traba para el trabajo que realizamos desde China.

Otra manera de censura es la que el gobierno ejerce sobre los de nacionalidad china que quieren trabajar en medios extranjeros. Al no permitir que estos tengan acceso a credenciales de periodista (obligatorias para trabajar legalmente en China), se está negando la posibilidad de mejorar la calidad de la información que sale de China. Es decir, hay un costo muy alto para el que viene de fuera para poder cubrir China bien, el idioma es difícil, la cultura es compleja, y saber moverse en este país es también algo que cuesta aprender. Si el periodista local pudiera trabajar como periodista acreditado en su propio país para un medio extranjero mejoraría la calidad de la información, sin duda, y se evitaría tanta confusión y misterio al cubrir temas que para los chinos son harto conocidos.

Otro tipo de censura es el que se ejerce con las fuentes, es decir, no fastidiar tanto al periodista sino al que ha sido entrevistado o ha contribuido a conseguir una información incomoda. Esto sucede con mucha frecuencia, incluso en las acusaciones contra activistas se encuentra frecuentemente como pruebas del delito haber otorgado entrevistas a periodistas extranjeros. Este es el tipo de censura que tiene consecuencias más nefastas.

Luego hay un tema que es el tema de los servicios y operaciones comerciales. Es evidente que la situación es mucho más compleja para aquellos que tengan intereses comerciales y al mismo tiempo tengan cobertura periodística.

Por todo esto, y quizás por otros temas que no alcanzo ahora a abarcar, creo que cubrir noticias en China es caminar por una cuerda floja, mantener equilibrio no es nada evidente… Fueron mis dos granos de arena.

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Zigor Aldama, corresponsal del Grupo Vocento y colaborador de El País

Efectivamente, como apuntan David e Isolda, el acoso a las personas chinas que nos ayudan a hacer nuestro trabajo es otra de las grandes trabas que el Gobierno pone, aunque sea de forma indirecta, a nuestra labor periodística.

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Daniel Méndez, colaborador de El Confidencial y director de ZaiChina

Por mencionar brevemente el caso de Bloomberg, yo veo dos factores que influyen en esa autocensura y que son difícilmente aplicables a los medios en español. Primero, Bloomberg es un medio en inglés súper influyente y de alcance global, y al gobierno chino le preocupa mucho lo que publica sobre el país (como comentaban Isolda y Zigor). Segundo, la compañía Bloomberg tiene importantes intereses económicos en China a través de sus terminales y servicios a empresas, que consiguen mucho más dinero que su departamento periodístico. Es sobre todo debido a esos intereses económicos que Bloomberg parece haber decidido no publicar información comprometida, ya que tienen miedo de que pueda afectar a su negocio. En cuanto a los medios españoles… la verdad es que ninguno de ellos tiene intereses considerables en China.

En cuanto a lo que comenta David Jiménez de las zonas prohibidas del Tíbet, yo creo que entran en juego muchos otros factores. Cuando ha habido noticias en torno a Liu Xiaobo, Hu Jia o Ai Weiwei, por citar sólo unos casos, creo que todos los medios se han volcado de forma considerable. Lo mismo con el más reciente de Chen Guangcheng. O durante los conatos de “primavera árabe” en Pekín y Shanghai. Nadie dejó de acudir a esos eventos por las amenazas del gobierno chino. Viajar hasta las zonas del Tíbet requiere de tiempo y dinero, dos bienes en la actualidad muy escasos en muchos medios de comunicación. Y requiere también de un periódico que esté dispuesto a apostar por el tema. En los últimos años han pasado muchas otras cosas súper importantes en otras regiones de China, desde manifestaciones mediambientales en Dalian o Kunming hasta altercados en Xinjiang, el accidente de tren en Zhejiang… la defenestración de Bo Xilai en Chongqing… en casi todos estos casos casi no ha habido presencia de prensa española, pero creo que se trata mucho más de la falta de recursos y las prioridades de los medios españoles que de una censura o miedo a las represalias.

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Antonio Broto, periodista de EFE y autor del blog Chinochano

Primero responderé a las preguntas.

¿Se encuentran los medios en español en situaciones similares a la de Bloomberg? Creo que no hemos tenido en nuestras manos una información exclusiva que pudiera minar a líderes chinos, como las publicadas por The New York Times o Bloomberg en 2012 (o la que se supone que Bloomberg tenía en esta ocasión). Quiero pensar que no se debe a nuestra falta de dedicación o calidad, sino a que las fuentes de estas informaciones, los whistleblowers, prefieren medios en inglés, que llegarán a más gente, o medios que ellos conocen. Chen Guangcheng se refugió en la Embajada de Estados Unidos, no en la de España.

¿Existe autocensura en los medios extranjeros (y españoles) que informan sobre China? Si la hay, apenas parte del temor a cosas que pudieran “disgustar al Gobierno chino”, al que yo creo que en general no tememos porque tenemos la idea de que nos presta menor atención que a los medios en inglés (por circunstancias que se derivan del párrafo anterior). A veces también podemos moderar nuestras palabras por temor a parecer “demasiado propagandistas del régimen”, o por miedo a perjudicar a fuentes (por ejemplo, disidentes que podrían ser detenidos después), o por otros muchos intereses en esta maraña que es la información (otros Gobiernos, empresas, etc).

¿De qué forma condiciona el Gobierno de Pekín lo que publican los medios españoles sobre China? Ha habido casos puntuales de coacción (amenazas en 2011 sí íbamos a las convocatorias de protesta de Wangfujing, por ejemplo) pero en general a los que condiciona el Gobierno chino no son a los medios extranjeros, a los que no ve capaces de controlar, sino a las fuentes chinas. Desde coacción a disidentes hasta notas a los medios chinos aconsejando lo que se debe o no se debe contar en algunas informaciones especialmente sensibles.

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Zigor Aldama, corresponsal del Grupo Vocento y colaborador de El País

Estoy de acuerdo con Antonio. De hecho, creo que si hacemos un repaso por todo lo que se publica sobre China en España, la inmensa mayoría tiene un cariz negativo. Creo que la China mala vende, y que faltan noticias positivas sobre el país. Porque, con sus oscuras -muy oscuras- sombras, no se puede negar que el país está protagonizando uno de los procesos de desarrollo económico y social más importantes de la historia. Y eso ha beneficiado a cientos de millones de personas cuyas historias rara vez se cuentan. Por supuesto que las inmolaciones de tibetanos son graves y hay que informar sobre ellas. Este mismo año he estado en Dharamsala y en Aba, en Sichuan, para hacerlo. Pero creo que no es LA historia. O, por lo menos, la única. Sin embargo, su presencia en los medios españoles es masiva. ¿Autocensura, miedo a que nos retiren el visado? No me cuadra.

Por otro lado, y aunque es posible que no venga mucho a cuento, creo que también perdemos la perspectiva de lo que ocurre en otros países del entorno y, sin ir tan lejos, en el nuestro. Las dificultades que se ponen a la prensa no son exclusivas de dictaduras como la China: he tenido graves encontronazos con Policía y Autoridades en India, Sri Lanka, o Birmania, por citar algunos. Y en España no hace mucho que se comenzaron a repartir chalecos blancos para evitar que las Fuerzas del Orden, dentro de poco las Fuerzas del Régimen, apaleasen a periodistas como lo hicieron en varias ocasiones bien documentadas. Y más grave es todavía la Ley de Seguridad Ciudadana. Claro que esto no tiene nada que ver con China, pero me parece evidente que, mientras aquí la situación mejora paso a paso, lentamente, en España empeora a zancadas.

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Isolda Morillo, periodista de Associated Press

Cuesta mucho ir a cubrir las inmolaciones por la innumerable cantidad de obstáculos que se nos han puesto: por ejemplo, es muy dificil entrevistar o desplazarse libremente cuando se tiene a personas siguiendonos no más llegar a los hoteles en las regiones tibetanas, cuando la vigilancia a los familiares de los inmolados y el control en las comunidades es constante, la escasez de información sobre los casos, etc. Estos obstáculos encarecen estos viajes, pero esto no debería justificar no cubrir estos temas. Cuestión de equilibrar los recursos, las prioridades, y de liberar batallas con un lado, y con el otro.

Es cierto que China está protagonizando uno de los procesos de desarrollo económico y social más importantes de la historia, pero lo está haciendo con un control estricto de lo ideológico, de los medios de comunicación, de la narrativa sobre la historia, sobre las ideas, y eso es parte de lo que tenemos que transmitir, no se puede hacer historias sobre lo “bueno” o lo “malo”, sino contarlo todo, por más compleja que sea esta realidad.

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Zigor Aldama, corresponsal del Grupo Vocento y colaborador de El País

Efectivamente. Lo que quería decir es que predomina “lo malo”.

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Diego Torres, reportero en China de El Mundo y Expansión.

Yo creo que Dani ha mencionado un tema clave: la precariedad. La inmensa mayoría de los periodistas de los medios españoles acreditados en China trabajamos como falsos autónomos. A algunos apenas nos da para llegar a fin de mes. No es que no se cubran los temas conflictivos. Se hace, pero generalmente desde la distancia. Igual que los positivos. El problema es que cuando el Gobierno chino quiere evitar que se informe sobre un tema, como dice Isolda, rascar la información cuesta tiempo, esfuerzo y dinero, un lujo que difícilmente te puedes permitir cuando estás produciendo crónicas a 50 euros.

Para muchos periodistas españoles, hoy en día, investigar los temas, escarbar más allá de lo superficial, es algo que va directamente en contra de nuestros intereses económicos más inmediatos. Es una especie de actividad pro bono. Algo que no te da de comer. Y, aún así, lo hacemos, lo que creo que dice mucho de la gente que se está batiendo el cuero en este país.

Lo que sucede con los medios españoles, además, no refleja para nada lo que está pasando a nivel global. Hoy en día, el nivel de calidad de la información de los medios de élite anglosajones sobre China es sencillamente brutal. Nunca ha habido mejor información en inglés sobre el país asiático. Es más, creo que nunca ha existido un país tan fiscalizado por la prensa extranjera como lo está siendo China. Hay una apuesta estratégica y se invierte muchísimo dinero. El trabajo que hacen fundamentalmente el New York Times, el Wall Street Journal, el South China Morning Post -lo meto aunque no sea anglosajón- y las grandes agencias –Associated Press y Bloomberg– es muchas veces espectacular.

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Antonio Broto, periodista de EFE y autor del blog Chinochano

Es que nos estamos comparando con quien no debemos. EE.UU. es la primera potencia mundial, con una población similar a la de toda la Unión Europea, y sus medios de comunicación más punteros siempre serán mayores que los nuestros. Los medios ingleses tienen el mismo mercado potencial que los estadounidenses, y usan la lengua franca global (a lo que podría sumarse, claro está, su mayor tradición periodística). Esto provoca que muchas fuentes (incluso las oficiales), cuando quieran llegar al mundo, acudan a medios en inglés, no en francés, italiano o español. Debemos ser conscientes del lugar que ocupamos.

Respecto al conflicto tibetano, y las críticas a la poca información al respecto de él, estoy en desacuerdo. No hay minoría en el mundo cuya represión sea más conocida que la tibetana. Ya quisieran minorías igual de reprimidas en África, América u otras partes de Asia recibir la misma atención que se le da al Tíbet.

Pero en fin, respondiendo a dudas surgidas en correos anteriores… ¿Por qué no viajamos más los periodistas al Tíbet? Se me ocurren varias razones:

– Si lo hacemos, corremos el riesgo, como David Jiménez, de perder nuestra visa, que para muchos freelances o corresponsales locales es sinónimo de perder nuestro trabajo. Por querer informar de lo que ocurre en el Tíbet desde el Tíbet, acabaríamos informando de lo que ocurre en China desde fuera de China, o sencillamente, no informamos. No queda otra que aplicar, por tanto, la ley del mal menor: es malo no cubrir lo que ocurre allí en unos determinados días, pero peor sería no poder cubrir lo que ocurre aquí durante los años que se supone que vamos a estar destinados.

– A veces tomamos en consideración que ponemos en peligro a quienes visitamos. Por ejemplo: bueno es, en teoría, hablar con disidentes o independentistas para que nos cuenten su situación, pero ellos seguramente no saben (porque no han hablado nunca con periodistas) de que al día siguiente de que sus nombres salgan en nuestros periódicos, serán detenidos y acusados de traición, o subversión.

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David Jiménez, escritor y corresponsal de El Mundo en Asia

Realmente debemos estar hablando de medios de países diferentes. ¿Presencia masiva de la cobertura tibetana en España? ¿Dónde? ¿Noticias negativas? Ganan por goleada las noticias sobre la pujanza económica y el desarrollo. Se le da más importancia a la visita de una delegación de políticos españoles de turismo por Pekín que a historias sociales importantes sobre el país. Pero no se trata de historias negativas o positivas al peso, sino de qué es relevante, noticioso e interesante. En esto, cada uno es de su padre y de su madre, porque cada periodista tiene sensibilidades diferentes. Lo que es una pena es ver a periodistas que olvidan que viven en una dictadura -por supuesto, ellos no la sufren-, donde se encarcela a gente por el simple hecho de opinar, donde se condena a muerte sin garantías a personas a través de un sistema judicial dependiente del régimen y donde una pequeña elite de dirigentes decide los destinos de 1.300 millones de personas, por la gracia de un comunismo que dejaron de aplicar hace tiempo (especialmente a sí mismos). Todo eso, a mí, me parece relevante y fundamental para explicar el país. Escribir como si no fuera así, es hacer periodismo de Alicia en el país de las maravillas. Eso no quita que deba contarse también el progreso y el admirable desarrollo, incluso con el desastre medioambiental que conlleva. Ahora bien, comparar las libertades chinas con las españolas es surrealista. Si fuéramos chinos y mantuviéramos este debate en un medio del país, lo que acabo de decir me llevaría a la cárcel. Pero puedo publicar un artículo acordándome de la madre del presidente Rajoy y acostarme con la tranquilidad de que no recibiré una llamada a medianoche. Es esa pequeña gran diferencia de la que hablaba Reinaldo Arenas: puede que en ambos sistemas te den una patada en el culo, pero en el chino encima tienes que aplaudir. Y el periodista no está para aplaudir.

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Antonio Broto, periodista de EFE y autor del blog Chinochano

Adjunto al respecto un enlace del Club de Corresponsales Extranjeros en China, en el que se dice, entre otras cosas, lo siguiente:

Your approach could put interviewees at risk of detention or physical violence, especially if you raise issues the government considers taboo.

La información es algo muy importante, pero no está por encima de todo.

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Isolda Morillo, periodista de Associated Press

Por todo esto digo que cubrir China es como caminar sobre una cuerda floja. Porque hay que tener cuidado con todos los temas, con la represión a las fuentes, con las represalias a los entrevistados, con la escasez de recursos, con los visados que se nos renuevan, con las posibles consecuencias personales, con los intereses de las empresas, y por último con las presiones editoriales de un mundo poco informado. Entonces, es un gran reto poder cubrir China de manera justa y equilibrada, siempre hay maneras de proteger a las fuentes, a los entrevistados, requiere un mayor esfuerzo creativo, ético, de tiempo y de esfuerzo en energía y comprensión de la realidad del país.

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Antonio Broto, periodista de EFE y autor del blog Chinochano

Insisto: cualquier lector medio sabe en España que los tibetanos están reprimidos. En cambio, con bastante seguridad, no saben que los indígenas de Guatemala sufrieron un genocidio similar (y eso que también han tenido una defensora que ganó el Nobel, Rigoberta Menchú). Nunca se informará lo suficiente de las injusticias, estoy de acuerdo, pero la tibetana tiene una notoriedad de la que carecen otras.

En el resto de tu discurso, David, estoy de acuerdo: a veces se da más notoriedad a ciertas noticias no por su mayor importancia, sino por la mayor facilidad a acceder a las fuentes. En todo caso, yo creo que si preguntáramos a un español medio sobre qué ve de China, a menos que sea un empresario de exportación, no hablara de su ascenso del 8 por ciento anual en el Producto Interior Bruto. Se acordaría de la ley del hijo único, la pena de muerte, la censura… No creo que estemos dejando eso sin informar. Quizá no tenemos las mejores fuentes, las que tendríamos en España, pero se cuenta.

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Daniel Méndez, colaborador de El Confidencial y director de ZaiChina

En este caso, de hecho, no hace falta irse tan lejos, Antonio. En Xinjiang se viven situaciones prácticamente idénticas a las de Tíbet, pero se considera un tema menos atractivo e interesante. Y ha sido sin duda menos cubierto por la prensa extranjera y española. El lector occidental medio ni si quiera sabe lo que es Xinjiang…

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Zigor Aldama, corresponsal del Grupo Vocento y colaborador de El País

Un buen ejemplo de lo que comenta Antonio sobre la presencia en medios del conflicto tibetano, y con lo que estoy completamente de acuerdo, le queda muy cerca a David: la catástrofe que sufren los rohingya en Birmania. En sólo año y medio los estallidos de violencia entre budistas y musulmanes han dejado casi 300 muertos, casi el triple del número de tibetanos inmolados desde 2009. Sin embargo, este año yo mismo he escrito 8 piezas sobre ellos, frente a 15 sobre los tibetanos. En España nadie sabe quiénes son los rohingya, nada menos que la etnia más perseguida del planeta según Naciones Unidas. Y lo peor, desde el punto de vista periodístico, es que acceder a los campamentos en los que están hacinados es mucho más sencillo que ir a Tíbet. ¿Es autocensura por miedo al gobierno birmano o simple desidia y/o falta de medios? Yo tengo claro que, por lo menos en mi caso, ha sido lo segundo.

En cuanto a que la mayoría de noticias sobre China sean relativas a su auge económico, no estoy de acuerdo. Salvo en el caso de los periódicos económicos. En cualquier caso, como ya ha apuntado Chinochano, no creo que ninguno de nosotros se corte un pelo a la hora de escribir piezas críticas con el Gobierno o recalcar las sombras del proceso de desarrollo chino.

Por cierto, creo que nadie duda, ni olvida, que China es una dictadura.

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David Jiménez, escritor y corresponsal de El Mundo en Asia

Hay miles de razones por las que se va a los sitios y el caso de los rohingya tiene las suyas, ninguna relacionada con la censura y, por lo tanto, con lo que estamos debatiendo aquí. En otro momento, podemos hablar del criterio de los medios al seleccionar las historias, a menudo equivocado. La cuestión es si la prensa extranjera trabaja con libertad en China (no) y si se autocensura por miedo a represalias (sí). Como admite Antonio, el temor a perder el visado es clave en que no se vaya al Tíbet. En el caso de Bloomberg es a perder clientes de su ala financiera. En otros es simplemente una dejación voluntaria de funciones, ya sea por afinidad ideológica o exceso de admiración por el régimen chino. Al final, es una opción personal de cada uno. Pero lo que es indudable es que no hay ningún periodista, extranjero o local, que pueda ejercer con total libertad la libertad de prensa en China.

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Isolda Morillo, periodista de Associated Press

Hay un libro buenisimo sobre el documentalista Miguel Littín, quien
realizó entrevistas y reportajes en plena dictadura militar en Chile
(“La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile” / Gabriel García
Márquez,1986). En él narra cómo él y otros documentalistas y cineastas chilenos regresan a Chile y deciden documentar lo que está allí sucediendo a pesar de las trabas, censura, represalias, y las consecuencias personales para ellos. Para poder burlar las barreras impuestas por los militares Littin se tiene que armar de mil argucias para filmar, y luego sacar los materiales de Chile. Creo que cuando hay determinación, todo es posible. Sin el material de estos documentalistas algunas historias habrían quedado olvidadas.

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Diego Torres, reportero en China de El Mundo y Expansión.

Yo creo que no se puede generalizar, David. En China ahora mismo está trabajando el periodista extranjero que rastreó la inmensa fortuna de la familia del ex primer ministro, Wen Jiabao. El corresponsal del New York Times, David Barboza, desenmascaró a un político que cultivó durante años una imagen de cercanía al pueblo mientras su madre, su mujer y su hija acumulaban miles de millones de dólares gracias a contratos millonarios con el Gobierno. ¿Es eso autocensura? ¿Hay alguna noticia que haga más daño a la imagen de élite formada, frugal y efectiva que quieren proyectar los líderes comunistas? Yo creo que no.

Yo personalmente he obrado siempre en conciencia, con mis límites económicos e intelectuales, pero sin mucha consideración por las potenciales represalias del régimen. Es obvio que no trabajamos en un país libre y que, como hemos dicho ya, es más difícil informar sobre aquellas cosas que el Gobierno quiere ocultar. Pero eso sucede también en otros lugares.

Si yo en España quiero escribir una noticia sobre los benficios del Banco Santander en 2012, por ejemplo, todo van a ser facilidades: me convocarán a la rueda de prensa, me mandarán una nota con los datos, me facilitarán una entrevista con algún directivo e incluso puede que alguien del departamento de comunicación me invite un día a comer a un buen restaurante. Sin embargo, si quiero escribir una noticia sobre cuántos deshaucios ha ejecutado el Banco Santander en España en 2012, ahí, amigo, la cosa va a estar más difícil: el banco no publica esos datos, ningún directivo te los va a dar, así que o bien localizas a un empleado que tenga dos huevos y te los dé, bien vas familia por familia preguntando, o tal vez a través de las asociaciones… En fin, es un trabajo que requiere tiempo, esfuerzo y dinero. Es más, es probable que también haya represalias, que, si algún periódico incauto se atreve a publicar la noticia, inmediatamente le cancelen toda la publicidad y le pongan un pleito de aquí te espero.

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Zigor Aldama, corresponsal del Grupo Vocento y colaborador de El País

Estoy de acuerdo con Diego. El de Barboza es un buen ejemplo, aunque hay otros que pueden probar lo contrario, como el de Melissa Chan.

En cuanto a los rohingya, yo creo que la comparación sí que viene al caso: dos regímenes autoritarios, dos zonas “prohibidas” a los extranjeros, y dos etnias reprimidas. ¿Por qué se informa sobre los tibetanos y no sobre los rohingya? Porque la China mala vende.

Y yo jamás he dejado de escribir algo por temor a perder el visado. Son contados los casos en los que ha sucedido eso, y al gobierno chino no creo que le interese demasiado la mala publicidad que eso conlleva. Y, por si cabían dudas, no me considero comunista ni cercano a las formas de hacer del PCCh.

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Diego Torres, reportero en China de El Mundo y Expansión.

Con lo de Barboza quería poner el ejemplo más obvio de que no todos los periodistas que estamos en China nos autocensuramos. Está claro que quien ha sido expulsado, como es el caso de David Jiménez o Melissa Chan, ha molestado de alguna forma al régimen. Pero eso no significa que el resto sea dócil. Hay un punto de arbitrariedad y muchos factores en juego.

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Isolda Morillo, periodista de Associated Press

Creo que si se ha cubierto más a los tibetanos que otras etnias
discriminadas no es porque la “China mala” vende; si los tibetanos tienen un alto perfil internacional es por varias razones (influencia de las organizaciones de Tibetanos en el exilio, vínculos históricos, políticos del Tibet con ciertas naciones occidentales, la influencia del Budismo tibetano en el mundo, el halo de exotismo de la cultura, etc.). Si se le presta más atención a esta etnia y cultura en particular es también porque el Tibet ha sido parte del imaginario e interés occidental desde antes que llegara el PCCH al poder.

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Daniel Méndez, colaborador de El Confidencial y director de ZaiChina

De acuerdo con Isolda. En el caso del Tíbet se junta todas esas cosas, que son muchas, y que efectivamente han conformado en el imaginario colectivo esa idea de santuario espiritual, al estilo Shangrila… hay ahí muchas conexiones históricas y culturales. Lo cual no impide que, en comparación con la escasa atención que reciben otros pueblos oprimidos, se pueda considerar un agravio comparativo.

En cuanto a la libertad de los periodistas, de hecho no hace falta irse a The New York Times. Salvando las distancias, el propio Diego Torres ha firmado en El Mundo durante los últimos meses entrevistas muy críticas con Yu Hua, Ai Weiwei, Hu Jia, Mao Yushi… sólo le ha faltado Liu Xiaobo, que está en la cárcel y es un poco más difícil. Y eso que efectivamente El Mundo ha tenido sus más y sus menos con las autoridades chinas. Eso no le ha impedido, sin embargo, publicar historias muy críticas con el gobierno (a unas pocas semanas de la renovación de visados, por cierto).

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David Jiménez, escritor y corresponsal de El Mundo en Asia

Para acabar con los rohingya: cuando se sepa de un solo periodista
extranjero que tenga la entrada prohibida en Birmania por haber informado de ese asunto, lo comparamos con China. Hasta entonces, es hablar sin datos objetivos. Carlos Sardiña es quizá el periodista que más ha escrito sobre ello. Sigue yendo a Burma sin problema. Yo hice un viaje a las zonas tibetanas y es probable que no pueda volver a poner un pie en China. Igualito, vamos. Pero quedarse en el Tíbet es reducir el problema: es solo un ejemplo entre muchos de autocensura y falta de libertad de prensa en China. Para terminar, por mi parte, solo diré que ver a periodistas extranjeros hacer de apologistas de una dictadura (y creo que nadie de este debate está en ese grupo), es de una gran cobardía, más aún cuando se compara con el coraje de tantos periodistas y escritores chinos que están en la cárcel por escribir con libertad.

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Antonio Broto, periodista de EFE y autor del blog Chinochano

¿Qué se entiende por “apologismo de la dictadura”? Imagino que hablar en todas las noticias, sin excepción, de lo bien que lo hace el Gobierno chino, ocultar cualquier problema y loar a sus dirigentes. En ese caso, yo creo que ni los periodistas de Xinhua son así.

Cualquier medio en China a veces ha escrito noticias críticas con el Gobierno chino, y otras veces ha destacado algo que puede ser un paso positivo. No creo que se obre mal así, hay que dar una de cal y otra de arena. Si el Gobierno chino de repente promete un día que va a cerrar los campos de reeducación, pues se cuenta. Se puede hablar con las organizaciones de derechos humanos para que reflejen sus dudas, pero me parece que es algo que también conviene mencionar, y viendo lo que publican y no publican los medios que admiramos en menciones anteriores, creo que nadie debería dudar de esto.

Censura, autocensura… son obstáculos que hay que superar en China, como en otros países, pero un buen periodista seguramente sabrá cómo sortear estas adversidades. No es periodismo, pero os recuerdo que el mejor cine español fue el que se hizo en la España franquista, el que supo contar en plena dictadura, engañando a los censores y al régimen, desde problemas como la pena de muerte (El Verdugo) a el aislamiento internacional (Bienvenido Mister Marshall). Esos grandes periodistas chinos que destapan escándalos de corrupción sabiendo el riesgo que corren, hay días en que se tienen que autocensurar, pero hay otros en los que escriben historia viva del periodismo. Hay que entender dónde estamos, y para eso hay que estar dentro.

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Isolda Morillo, periodista de Associated Press

Sólo para ilustrar el tema que estamos discutiendo, adjunto este
articulo de Ed Wong, del New York Times
.

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Daniel Méndez, colaborador de El Confidencial y director de ZaiChina

De hecho, al hilo de este artículo, yo creo que podríamos también ampliar un poco más el ángulo. Una de las cuestiones a tener en cuenta es como la creciente importancia económica de China puede hasta cierto punto cambiar la información que se produce sobre el país, no tanto de forma directa sobre los periodistas que trabajan aquí, sino desde un ámbito político, institucional o empresarial. Es decir, a medida que los países occidentales y sus empresas tienen más intereses en China, ¿se van a dejar de financiar ONGs, thinktanks u otras instituciones con proyectos específicos en China? ¿Se van a atrever los empresarios a hablar tan libremente como lo hacían antes? ¿Se va a tener más cuidado a la hora de invitar y financiar a escritores o intelectuales críticos con el régimen? Son sólo algunos ejemplos que se me vienen a la cabeza… y que si bien no afectan directamente a los periodistas, sí que influyen en las fuentes y los informes con los que trabajamos.

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Zigor Aldama, corresponsal del Grupo Vocento y colaborador de El País

Imagino que cuanta más presencia tengan en España las empresas chinas, y cuanto más financien medios de comunicación a través de la contratación de publicidad -por ejemplo- mayor cuidado habrá en las informaciones que se publican sobre ellas. Lo mismo que sucede con el resto, como ha mencionado antes Diego con el caso del Banco Santander. Al final, no deja de ser una cuestión económica, no ideológica.

Pero, de momento, creo que su presencia en España es marginal, lo mismo que la presencia de empresas españolas en China.

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Antonio Broto, periodista de EFE y autor del blog Chinochano

En respuesta a la interesante reflexión de Dani:

No creo que las ONGs pierdan financiación, porque ésta, que yo sepa, proviene de intereses privados (en gran parte donaciones individuales), no públicos, y si los tiene públicos los mantiene en secreto, así que la mayor o menor integración de China en la maquinaria económica internacional no les parece afectar. Es más: las ONGs de derechos humanos parecen más activas en China estos años, cuanto más asciende económicamente el gigante chino, que en los 80 o 90 (internet habrá influido en esto, abaratando costes a la hora de obtener información y contactar denunciantes).

Lo mismo ocurre con los intelectuales críticos con el régimen chino, no dependen tanto de los Estados… Además, por la propia característica de los sistemas democráticos, si no cuentan con el apoyo de un Gobierno determinado de un país, seguramente lo tendrán de su oposición. Un caso muy llamativo al respecto es el de Chen Guangcheng, quien tras llegar a EEUU ha sido rondado en varias ocasiones por sectores republicanos (y por lo que creo, no le ha agradado demasiado esta situación, pero ésa es otra historia).

En cuanto a los empresarios, éstos rara vez hacen política. No creo que ni antes ni ahora ni después vayan a criticar a China, al contrario, la elogiarán (pero siempre por su gestión económica, rara vez se meterán en otros jardines).

David Ramirez
Licenciado en Historia por la Universidad de Granada y Máster de Estudios Chinos de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Su interés por China vino a través del cine y su historia; sus principales campos de interés son la política y la cultura chinas. Actualmente colabora con varios medios de comunicación online especializados en el gigante asiático; en ZaiChina es el organizador y coordinador de la sección de debates.

13 Comentarios

  1. Daniel Méndez

    Efectivamente, Teresa… es uno de los temas que nos quedó por abordar.

  2. 奥日佳

    Este formato es una maravilla. Debate intenso y con muchos puntos de interés. Gracias.

  3. Daniel Méndez

    Gracias 🙂

    Tendremos que hacer más.

  4. Rubén Mato

    Genial debate. Espero que organicéis más pronto. Muy útil para comprender un poco mejor lo que significa ser periodista aquí. Yo por ahora soy un foreigner más, recién licenciado en periodismo, haciendo de profe de inglés. Pero quién sabe.

  5. Nihilista

    Coincido con los otros comentarios, muy interesante debate y el formato acertadísimo.

  6. Javier Telletxea

    Ineresantísimo debate.

    Me ha traído a la mente algunos aspectos de lo que Herbert Marcuse planteaba en “El pensamiento Unidimensional” o “Eros y civilización”.

    No sé si lo que voy a decir os suena a churro, pero creo que en estos momentos China encabeza ese modelo sociopolítico que el citado pensador más temía, en el que el pensamiento crítico sucumbe ante el instrumental, y la dimensión económica-funcional de la vida lo domina todo, no dejando espacio alguno al “eros” creativo.

    En la línea de lo que señalaba Daniel, me da un poco de miedo que la gran influencia y éxito del desarrollo chino, con su lógica de “democratización = bajada del ritmo de crecimiento”, acabe socabando otro tipo de lógicas de modernización y la tradición de pensamiento que las posibilita.

    Sé que suena muy negativo, pero que conste que tengo mucha fé en las nuevas generaciones de chinos, que por otra parte, me parecen de lo mejor y más positivo que tiene el país. Pena que cuando crecen y se meten en empresas o en cargos administrativos se vean tan machacados y acaben alimentando todo eso que odiaban…

  7. Javier Telletxea

    Perdón, he metido la pata con el título de Marcuse, es “El hombre unidimensional” y no “El pensamiento unidimensional”. Pobre Marcuse, con lo bien que me cae, y para una vez que le menciono en Internet…

  8. nardísimo

    Es que un navarro hablando de libros gordos… en cuanto al debate, aquí ha faltado el de chinitis, que le cerró el blog el gobierno chino. Llámalo para la próxima.

  9. Daniel Méndez

    Muchas gracias, Rubén y Nihilista!

  10. Daniel Méndez

    Hola Javier,

    No conozco la obra de Marcuse, pero lo que dices tiene bastante sentido y describe bastante bien lo que está pasando en China de forma muy destacada, como en muchos otros países. La esperanza es que tal vez en el futuro, cuando China se enriquezca, puedan comenzar a surgir movimientos humanistas y culturales más profundos y populares entre la sociedad, donde entre otras muchas cosas que pueda garantizar la libertad de expresión.

  11. Javier Telletxea

    Hombre!! Llamándote Nardísimo, y con esa mención a mi origen, sólo puede tratarse ese gran madrileño que conocí en Pekin. Abrazos desde Changchun.

  12. oscar

    Sencillamente ¡impresionante!. Y yo que pensaba que lo difícil era hacer negocios en China …. No me veo de periodista en China (tal vez, en ningún país) y, desde hoy, voy a mirar de otra manera a los que hacéis periodismo en China.
    A ZaiChina …. ¡Todos queremos más!. ¡Qué se repita!

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