La realidad invisible del artista Liu Bolin

por | Jul 26, 2013 | Cultura china, Lo último

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Seguro que muchos de ustedes a lo largo de su vida, quizás en un momento complicado o atravesando una situación turbulenta, han deseado desaparecer, evaporarse, esfumarse a ojos de los demás y contemplar todo lo que les rodea con la seguridad de no ser percibidos. El viejo sueño de ser invisible. Un don que trasciende lo natural y que forma parte de mundos místicos o de ficciones cinematográficas.

Sin embargo, en China, el país donde lo tangible y lo material es objeto de deseo para sus nuevos ricos y la pujante clase media, alguien ha conseguido camuflarse dentro de su sociedad haciéndose invisible. Esa persona es Liu Bolin (Shandong, 1973) cuya omnipresencia etérea ha recorrido medio mundo gracias a una obra que nace de lo más crudo de la realidad del gigante asiático.

Liu no ha necesitado valerse de prácticas oscuras ni trucos mágicos. Su herramienta más poderosa y eficaz es el arte. Este artista chino comenzó su andadura corpórea como estudiante de arte en su localidad natal y posteriormente se especializó en escultura en la Academia Central de Bellas Artes de Pekín. Con su diploma bajo el brazo, Liu se mudó con sus instrumentos de creación al que entonces representaba el epicentro de la renovación artística china, el vibrante barrio de Suojiacun (索家村). Al norte de la ciudad, este emplazamiento construido en 2004 acogía a más de un centenar de artistas que orbitaban entre estudios y espacios exclusivamente dedicados a dar rienda suelta a la imaginación. El entorno idóneo para un artista jóven como Liu Bolin (刘勃麟).

La libertad que Suojiacun simbolizaba para la nueva hornada de artistas chinos se derrumbó al poco tiempo con los cimientos de sus estudios. En una decisión muy polémica (sustentada en la ausencia de licencias por parte de los propietarios, pero con un cariz de represión contra la vertiente política de alguno de los artistas), el gobierno central autorizó la demolición de este complejo en 2005 y obligó a todos sus residentes a abandonar las instalaciones ante la amenaza de arrestos policiales.

Pese a lo trágico de la situación, de los escombros de este barrio artístico surgió el inicio de la obra que daría forma a la figura de Liu Bolin y que ha traspasado fronteras. El enfado y la rabia que suscitó en Liu la caída de su estudio canalizó en dos años de intenso trabajo que darían lugar en 2007 a la serie “Oculto en la ciudad”, inaugurada con un primer conjunto de imágenes fotográficas en las que el autor “desaparece” rodeado de las ruinas de su antiguo lugar de trabajo. “Cada uno elige su camino para tomar contacto con el mundo exterior. Yo elegí emerger con el entorno”, declaró Liu sobre su nacimiento como artista invisible.

 

Una de las obras fotográficas de la serie “Oculto en la ciudad” con el fondo demolido de Songjiacun. (Vía Artnet)

La denuncia se convierte desde entonces en el leitmotiv de su obra. Su cámara retrata escenarios que plasman la cruda realidad de la China del siglo XXI: el paso doloroso de la economía planificada a una de mercado; las restricciones de la planificación familiar; la contaminación alimentaria y medioambiental. Y Liu, imperceptible a primera vista, diluye su presencia camuflado en un minucioso maquillaje facial y en la pintura de sus vestimentas, para ceder el protagonismo al contexto. “Lo que me hace invisible hace pensar a la gente”, comenta Liu sobre su fusión absoluta con el ambiente. Su obra provoca que los ojos del espectador, en un ejercicio similar al popular “¿Dónde está Wally?”, intenten identificar su figura en forma de recipientes de tallarines, juguetes alineados o revistas de prensa, mientras reflexionan sobre el fondo de la fotografía.

Ser invisible no es sencillo y requiere una preparación más propia de un deportista de alto nivel. En sus comienzos, Liu llegaba a permanecer 24 horas seguidas de pie -“mi cuerpo sentía escalofríos”, confesó en una entrevista– fruto de la inexperiencia que ahora a reducido a sesiones de entre cuatro y cinco horas en las que practicamente no puede ni pestañear. Para este ejercicio de estatua humana, el autor confiesa ejercitarse diariamente para estar en forma y llevar a rajatabla una dieta reducida en comida y bebida el día anterior al montaje, para evitar necesidades fisiológicas.

Detrás de la idea de Liu se esconde un equipo de colaboradores encargados de llevar a cabo la desaparición del artista y dos galerías que lo hacen visible al resto del mundo. La primera de ellas es la galería Eli Klein, en el West Broadway neoyorkino, especializada unicamente en artistas chinos contemporáneos cuya pretensión es “estimular el diálogo intercultural y promover un enfoque académico sobre los talentos chinos más rompedores”. Este espacio presentó al público norteamericano la obra de Liu en 2007. Hasta esta misma semana, la galería ha acogido la exposición “Mask” de su artista fetiche, que ha expuesto como novedad sus dos series de ocultamientos en Nueva York y California, junto con una representación de máscaras policromadas que asemejan las utilizadas en la ópera tradicional de Pekín, pero que sustituye sus motivos divinos por objetos del consumismo exacerbado de la ciudad.

En Europa, la galería parisina Paris-Beijing también establece un punto de encuentro entre artistas de ambos continentes. Las instalaciones de Liu Bolin conviven con las obras de una nueva generación de artistas chinos entre los que destacan Wang Haiyan, Yang Yi o Wen Fang, todos hermanados por un punto ácido de crítica social hacia la deriva actual de su país natal.

En la obra de Liu Bolin se identifican y confluyen dos visiones del mundo que otorgan un cariz existencial y filosófico a su denuncia social. Por una parte está el afán por resistir frente a los desmanes de la sociedad actual, una bandera izada al comienzo de manera individual en protesta por el derribo de su estudio, y más tarde en favor de toda China: “La invisibilidad tiene un sentido de persistencia. Posee conexiones con la lucha por vivir como un ser humano”. Por otro lado, Liu se declara seguidor de la corriente de pensamiento taoísta, concretamente en las lecciones que unen al hombre con la naturaleza como un ente inseparable, algo que Liu materializa en sus instalaciones fotográficas haciéndose invisible, “dejando que el entorno tome posesión de mi”, puntualiza.

Las desapariciones y los ocultamientos de Liu Bolin camuflan en sí mismos una realidad ferviente vivida por el autor de manera exhausta en sus comienzos y que ahora se echa sobre sí mismo el peso de los conflictos que vive la sociedad china. Ser invisible puede ser el mejor reflejo para mostrar lo que muchos no quieren ver.


Sobre estas líneas, vídeo en TED donde el propio Liu Bolin explica su obra y se pueden ver otras de sus fotografías. También está en Youku.

Más

• Arnet: Más obras de Liu Bolin

Sergio Rodríguez Romero
Graduado en Periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca (su ciudad natal), su primer contacto informal con China fue a través de un restaurante. Después de descubrir los entresijos de su política en la sección de Internacional del Diario de León, ahora, de manera más formal, está inmerso en su estudio a través del Máster en Estudios Chinos de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. [Más artículos de Sergio Rodríguez Romero]

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