El pasado 7 de diciembre, el premio Nobel de Literatura de este año, el escritor chino Mo Yan, realizó en Estocolmo el tradicional discurso de aceptación del galardón. En su intervención, Mo Yan habló de creación literaria y de inspiración, de las experiencias personales de donde habían nacido sus novelas y relatos, y de cómo se había convertido en escritor. Fue un discurso aparentemente sencillo, protagonizado casi por completo por la figura de su madre y la recreación de su pueblo (el ya emblemático Gaomi de Shandong), y marcado de principio a fin por su reivindicación como cuentacuentos.
Para los interesados en Mo Yan o en la literatura china en general, su discurso del pasado viernes es sin duda una introducción interesante a sus novelas (lo puedes leer aquí completo en español). Como se puede ver en el gráfico que hemos elaborado más abajo, algunas de sus palabras más repetidas fueron “madre”, “cuentos” y “pueblo”, un buen resumen en palabras clave del contenido de su discurso.
Mo Yan es uno de esos autores que han construido toda una compleja obra partiendo de su infancia y de sus experiencias vividas en su pueblo natal. Fue una niñez y una adolescencia pobre y humilde (apenas podían comer raviolis –jiaozi– tres o cuatro veces al año), pero llena de cuentos y relatos fantásticos. En cierto sentido, y muy en la línea de lo que describe García Márquez en sus memorias, Mo Yan es fruto de la tradición narrativa oral y popular, tan alejada de la actual sociedad de imágenes y pantallas.
“Lo que hice fue muy sencillo: contar mis cuentos a mi manera. Mi manera es la misma de los cuentacuentos del mercado de mi pueblo, a quienes conocía muy bien; es también la manera de mis abuelos y los ancianos de mi pueblo natal”.
En esa infancia y adolescencia, Mo Yan destacó en su discurso del Nobel la figura de su madre. Una madre atenta y cariñosa, pero sobre todo humilde y compasiva, siempre un ejemplo de dignidad y respeto (ella fue el origen de su novela “Grandes pechos amplias caderas”). Como su literatura, el discurso fue un homenaje a lo local (su madre), pero también a lo global y universal: un homenaje a todas las madres del mundo. Anclado en Gaomi, Mo Yan siempre ha intentado narrar temas universales.
Una buena parte de sus novelas está basada en la fantasía, la imaginación y los fantasmas que poblaron su infancia y adolescencia. Su pequeño pueblo era entonces un lugar donde espíritus, zorros y otros seres imaginarios compartían espacio con el hombre, también en los cuentos y relatos que Mo Yan escuchaba de pequeño.
“A veces imitaba el piar de los pájaros e intentaba comunicarme con ellos; a veces le confiaba los secretos de mi corazón a un árbol”. […] “En aquella época sólo era un chico a quien le fascinaban los cuentos y las palabras que se usaban para contarlos”.
En su discurso, Mo Yan citó las influencias de Faulkner y García Márquez, pero también la de la tradición budista (que da nombre a su “La vida y la muerte me están desgastando”), el filósofo Laozi, los escritores chinos Shen Congwen y Pu Songling o su profesor Huaizhong Xu. Dice que después de su obra “El suplicio del sándalo” (檀香刑), esta mezcla de influencias sufrió una evolución y Mo Yan recurrió a la tradición. Es por eso que en muchas de sus obras incorporó otros elementos tradicionales chinos como la ópera de Pekín, el arte, la música o las acrobacias locales. Como él mismo dijo, sus últimas obras “son una combinación de las tradiciones chinas y las técnicas narrativas occidentales”.
En un discurso con algunas gotas de humor y muchos cuentos, Mo Yan decidió abordar brevemente el omnipresente tema político en un par de párrafos. Dijo que en sus novelas más realistas, como por ejemplo “Las baladas del ajo”, sin tener miedo a enfrentarse “a las oscuridades sociales y criticarlas”, su objetivo fue siempre saber “cómo controlar la pasión ardiente y la furia para no desviarme hacia la política ni alejarme de la literatura”. Fue de esta forma como intentó alejarse de la politización de su premio y situar a su obra por encima de otras consideraciones: “la literatura puede nacer de la realidad e incluso superarla, puede preocuparse por la política pero estar por encima de ella”.
Porque, como acabó repitiendo al final de su intervención,
“soy un cuentacuentos y sigo queriendo contarles cuentos”.
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