En la última entrega de “Los Premios Caballo de Oro”, los que probablemente sean los galardones más respetados del cine en chino, ha habido una triunfadora sorpresa. “Beijing blues”, sin grandes presupuestos ni rostros conocidos, ha sabido crear una fórmula y voz propias que le han hecho llevarse a casa el reconocimiento a la mejor película, triunfando por delante de las grandes superproducciones y los estrenos más mediáticos. La película, dirigida por Gao Qunshu, es un ejemplo del nuevo cine social chino, que a través de una estética más informal y una narración más crítica y ambigua muestra la cara de una China que, como dice uno de los personajes de la película, “no es feliz”.

El director Gao Qunshu (高群书), un reconocido director de series de televisión en China, ha decidido volver a sus orígenes más austeros y experimentales tras las grandilocuentes y comerciales “The Message” (2009) y “Wind Blast” (2010). Para su vuelta a un cine más realista, Gao ha escogido la historia de Zhang Huilin, un humilde policía-detective que dedica su vida a limpiar las calles de timadores y corrupción. Sin embargo, en su corazón alberga la amargura de ver que dedica su vida a la caza de ciudadanos humildes que no ven otra salida a su situación más que el crimen y la estafa.

La historia está basada en la vida de un policía real de Beijing que recibió una condecoración por su trabajo buscando y arrestando a miles de ladrones y timadores en la capital china. Gao Qunshu ofrece en “Beijing Blues” una voz única y diferenciada, con un casting a base de actores no profesionales, muchos de ellos ciudadanos muy activos en las redes sociales chinas o personas críticas con algunos aspectos de la sociedad y la cultura del país. Así, el detective protagonista está interpretado por Zhang Lixian (张立宪), un periodista retirado muy activo en la blogosfera china y en weibo (la principal red social del país), además de editor de la revista cultural “Duku” (读库); mientras, su archienemigo en la película es Zhou Yunpeng (周云蓬), que es un cantante ciego de música folk en la vida real.

Sin embargo, la auténtica protagonista de la película es Beijing y sus ciudadanos, despojados por completo del milagro chino. Ausente del glamour y el maquillaje de rascacielos y neones que gusta lucir en muchas otras películas y series, la capital china se muestra en “Beijing Blues” más cruel y, desgraciadamente, reconocible.

Lejos de presentar una visión maniquea entre policías y ladrones, el guión apuesta por la ambigüedad y deja que el espectador decida en dónde reside realmente el origen de la creciente criminalidad en China. El guión emplea la voz de estos criminales para expresar el malestar ciudadano en el país y será el espectador quien decida si se trata de víctimas o verdugos.

Quizá heredera de la tradición televisiva de su director, la película está narrada a base de diferentes casos a través de los cuales conocer a distintos timadores y maleantes de poca monta. Los crímenes a los que se enfrenta Zhang Huilin están sacados de la cotidianidad china y no serán extraños para quienes conozcan la realidad del país o residan en él. El espectador conocerá a una familia de timadores que busca indemnizaciones al fingir ser atropellados por coches de lujo, a falsificadores de dinero que se aprovechan de los re squicios de bondad e inocencia de sus congéneres, atropellos de niños y posterior fuga o charlatanes callejeros que reducen la milenaria cultura y religión china a meros instrumentos de engaño y timo. Y a la caza de todos ellos, un policía diabético y endeudado que se ve atormentado por la creciente falta de moral y camaradería que crece a su alrededor.

La propia estructura de la película hace que ésta resulte algo inconexa e inaccesible, al carecer de una subtrama general a lo largo de las dos horas de metraje. Incluso cuando en la última media hora haga aparición un importante ladrón que había sido mencionado a través de diferentes conversaciones y que reta a Zhang Huilin a detener su último trabajo, la resolución resulta precipitada y confusa.

La atrevida y original fórmula parece sin embargo haber gustado. Triunfadora en el Festival de Cine de Shanghai, “Beijing Blues” logró también hacerse con los galardones a la mejor película, mejor edición y mejor cinematografía durante la reciente entrega de los Caballo de Oro 2012, celebrada el pasado sábado 24 de noviembre en Taiwán.

Una nueva mirada al cine social chino, valiente, documental y sofisticada. Alejada de la tradición del cine policial hongkonés, mucho más estilizado y comercial, “Beijing Blues” destaca por tener voz emocional propia y presentar una mirada más realista y crítica del crimen en China y de sus protagonistas.