La muerte de cinco niños en una zona rural de la provincia de Guizhou muestra algunos de los dramas sociales provocados por las desigualdades entre las distintas regiones chinas y la política del sistema de registro (hukou).
El pasado 16 de noviembre, en la localidad china de Bijie (毕节), en la provincia de Guizhou, se hallaron en un contenedor de basura los cuerpos sin vida de cinco niños pertenecientes a la misma familia que habían desaparecido días antes de sus casas. Ante el intenso frío invernal, al caer la noche los cinco niños de entre 9 y 13 años buscaron refugio en uno de los contenedores y, dentro del mismo, encendieron trozos de carbón vegetal para entrar en calor. Sin embargo, el monóxido de carbono emitido al prender el material causó la muerte de los pequeños tras inhalar el humo y producirse una intoxicación inmediata.
Los niños eran primos y hermanos entre sí dentro de la familia Tao (陶), hijos de tres hermanos, dos de los cuales trabajan en la ciudad costera de Shenzhen con sus mujeres; el tercer hermano seguía viviendo en el entorno agrícola de Bijie. Los niños estaban a cargo de su abuela invidente y habían desaparecido de la casa familiar situada en Caqiangyan –a 25 kilómetros de Bijie- diez días antes del trágico suceso. Las declaraciones de los padres son confusas. Uno de ellos declaró a la agencia de noticias Xinhua que “a los niños no les gustaba estudiar y solían escaparse habitualmente del colegio”, mientras que otro de los padres afirmó que “los niños fueron expulsados de la escuela por sus malas notas” y que tras su desaparición acudieron a las autoridades pero sus peticiones de búsqueda fueron ignoradas.
Este es un caso prácticamente idéntico al sucedido en mayo de este mismo año cuando cinco niños aparecieron ahogados en un estanque de la localidad montañosa de Yichun, en la provincia de Jiangxi, todos ellos pertenecientes a la misma familia. Los padres, al igual que los Tao, se encontraban trabajando en la ciudad, en el sector de la construcción.
Estos dos sucesos ponen de relieve los graves problemas a los que se enfrentan las zonas rurales de China, especialmente a la hora de ofrecer a los más pequeños una educación y un cuidado apropiados. Por un lado, parte del problema surge de la política del sistema de registro (hukou), que dificulta la mudanza de los niños a las ciudades al limitar los servicios sociales de los que disponen en las grandes urbes. Esta medida, puesta en marcha en los años 50, restringe el acceso a hospitales y escuelas al lugar donde uno está registrado, lo que se convierte en uno de los motivos para que los padres se vayan a las grandes ciudades sin sus hijos.
Según los últimos datos de la Oficina Nacional de Estadísticas, hay alrededor de 200 millones de chinos que han emigrado a las grandes ciudades y no cuentan en ellas con el hukou correspondiente, conformando un grupo urbano casi siempre sin protección social y sufriendo a menudo la discriminación de los locales. En el editorial publicado por Xinhua con motivo de la muerte de los cinco niños en Bijie, se admite que “la tragedia es un toque de atención para mejorar las condiciones de vida y laborales de los trabajadores emigrantes y de esta manera poder asentarse en las ciudades y disfrutar de los mismos derechos que la población urbana”.
Esos 200 millones de trabajadores llegados del campo, que han levantado y sostenido el avance de la economía china desde el proceso de “apertura y reforma” iniciado en los 80, se ven forzados a dejar en manos de los abuelos a 58 millones de niños, según los datos publicados por All-China Women´s Federation. Estos ancianos cuidadores, muchos de ellos analfabetos y todavía trabajando en el campo, a menudo no cuentan con las facultades necesarias para cuidar adecuadamente de sus nietos. A estos pequeños se les conoce como “los niños dejados atrás” (留守儿童), una generación que no se ha criado junto a sus padres y que, como señalan diversos analistas, a medida que crezcan pueden caer en la delincuencia, atravesar problemas psicológicos basados en la inseguridad y el aislamiento social, y en el peor de los casos sufrir abusos sexuales o incluso ser secuestrados por mafias para realizar trabajos forzados o ser vendidos.
La escuela, única salida de difícil entrada
El objetivo de los padres que dejan atrás a sus hijos es poder darles una educación en los colegios de las localidades rurales, los cuales poseen en general malas infraestructuras, carecen de medios suficientes para la enseñanza y se encuentran muchas veces en puntos de difícil acceso para los alumnos. Los resultados publicados por la 21st Century Education Research (y citados por el propio Diario del Pueblo) muestran que entre 2000 y 2010 las escuelas primarias en zonas rurales han disminuido un 52,1% y el número de alumnos un 37,08%. Desde esta organización se denuncia la progresiva concentración de escuelas –las denominan “superescuelas”-, mediante fusiones y retirada de licencias, que se encuentran en las principales localidades de cada condado; la falta de fondos destinados a ampliar la cobertura educativa; y el gasto que supone para las familias que muchas escuelas de educación pre-escolar estén en manos privadas.
A la hora de analizar las diferencias entre el campo y la ciudad, los datos del informe publicado por Rural Education Action Project (pdf en inglés), en colaboración con la Universidad de Stanford, muestran la enorme brecha existente ya no sólo en los terrenos económico y social, sino también en el educativo. Según esta institución, sólo un 30% de los alumnos rurales termina el instituto y un ínfimo 1,3% llega a finalizar los estudios universitarios. Las tasas anuales exigidas para entrar en ambos niveles ascienden de media a 2.200 y 4.500 yuanes respectivamente (350 y 716 dólares)), lo que coloca a China como el país con tasas de matriculación más altas respecto a la renta per cápita dentro de un conjunto de 40 países. En la educación pre-escolar, la etapa más importante para el correcto desarrollo de la infancia según los educadores, un 20% de los niños acude a las escuelas rurales, frente al 95% de las ciudades.
La información sobre la muerte de los cinco niños se expandió rápidamente por las redes sociales chinas, donde muy pronto comenzaron a circular fotos de ellos antes de su fallecimiento (algunas de ellas las hemos incluido a lo largo de este artículo). El tema abierto en Sina Weibo sobrepasó rápidamente los seis millones de comentarios y fue la noticia más debatida durante varios días, en una buena muestra de la conmoción que provocó en todo el país. Mientras una internauta exclamaba “¡Los chinos tenemos que cuidar juntos de los chinos!”, otra comentadora desde la ciudad de Nanjing decía que “realmente es un problema social muy profundo”.
Viñeta publicada por el internauta Lianpeng en Sina Weibo. Vía Tea Leaf China.
Y el periodista que saco la noticia a la luz se encuentra de “vacaciones forzadas”.
Sí. Un amigo periodista chino m comenta lo siguiente:
“Llamé al periodista desaparecido el 21 d Noviembre, cuyo nombre es Li Yuanlong. Me comentó que estaba viajando en compañía de unos oficiales, sin darme más detalles. El 22 no pude comunicar con él porque su teléfono aparecía como apagado. Estuvo en Hainan, “acompañado”. El 25 volvió a Guizhou, donde esta libre”.
Por qué se lo llevaron? Dice mi amigo que para contrarrestar la presión mediática. El hecho ponía en la picota a las autoridades locales, quienes habrían optado por “silenciar” este asunto unos días. En fin, recuerdo ahora un artículo publicado por chinochano, donde una chica china decía literalmente que “quería ser periodista para contar la verdad”. Muchos comentarios fueron del tipo “la prensa china no puede contar verdades porque está censuradas”. Ignoraban que China y sus periódicos también son gente como Li Yuanlong. O como otro colega chino que acaban de detener estas últimas horas por denunciar una posible corruptela en Shenzhen. Ánimo, desde aquí, a todos los periodistas que hurgan en nuestras conciencias desvelando verdades incómodas.