Xulio Ríos: “En los últimos 10 años, Hu Jintao ha equilibrado la agenda de la reforma china”

por | Nov 13, 2012 | Política china

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“El problema de las minorías étnicas es uno de los atolladeros a los que no se le confiere suficiente importancia, pero que puede seguir molestando al gobierno chino, y mucho, en los próximos años”

Xulio Ríos, el director del Observatorio de la Política China y habitual colaborador de varios medios de comunicación españoles, no ha querido perderse los entresijos del XVIII Congreso del Partido Comunista de China que se está celebrando estos días en Pekín. A punto de despedir la década protagonizada por el presidente Hu Jintao y el primer ministro Wen Jiabao, Xulio Ríos está además a punto de publicar un libro (“China pide paso. De Hu Jintao a Xi Jinping”) donde analiza las transformaciones económicas, sociales, ideológicas y políticas que ha vivido China en los últimos diez años.

A pocos días para conocer los nombres de los nuevos líderes de China, hablamos largo y tendido con Xulio Ríos sobre el legado que deja Hu Jintao: desde sus dificultades para impulsar el cambio de modelo económico hasta la política internacional, pasando por los conflictos con las minorías étnicas, las transformaciones políticas o sus intentos por equilibrar el país.

Xulio Ríos, siguiendo de cerca estos días en Pekín la celebración del XVIII Congreso del PCCh

Estamos a puntos de despedirnos de los diez años de Hu Jintao y Wen Jiabao al frente del gobierno chino. ¿Cómo resumirías esta década?

A mí me da la impresión de que el tiempo de Hu Jintao se valora poco y se valora mal. Se habla incluso de “la década perdida”. Quienes de alguna forma aluden a esa década pérdida yo creo que tratan de transmitir sobre todo la idea de que China ha crecido poco, de que no se ha desarrollado lo suficiente, que no ha apostado con mayor empeño por el cambio de modelo de desarrollo, que no ha aprovechado la crisis internacional para salir mejor posicionada a nivel internacional…

Sin embargo, yo haría un juicio un poco más equilibrado. Es verdad que en el tiempo de Hu Jintao ha habido muchas insuficiencias, pero también es verdad que ha puesto las bases de muchos temas nuevos. En este sentido, yo creo que lo que ha hecho es equilibrar en cierto sentido la agenda de la reforma. Durante los últimos 20 años, antes de la llegada de Jiang Zemin al poder y después con su largo mandato de 14 años, el énfasis siempre se puso en el desarrollo económico. La consigna era siempre la misma: primero eficacia y después justicia. Así estamos donde estamos, con las sombras en materias de desigualdad, desiquilibrios territoriales, etc.

Estaríamos entonces hablando de una especie de giro social durante la última década…

Un cierto giro social, sí. Tampoco es algo hiperambicioso, no estamos ni mucho menos a las puertas del estado del bienestar. Pero sí es verdad que temas que no estaban en la agenda hace diez años, hoy sí lo están. Esta incorporación a la agenda ha sido producto de una reflexión en el entorno de Hu Jintao que ha permitido recuperar el tema social, el tema medioambiental, el tema tecnológico, el poder blando… es decir, toda una serie de ideas y de conceptos que antes estaban totalmente ausentes. Por lo tanto, yo creo que la expresión que quizás podría resumir un poco el balance de Hu Jintao es el haber incorporado otras dimensiones a la agenda china que estaban totalmente ausentes. Si antes era primero eficacia, después justicia; ahora la idea es eficacia con justicia.

Otra cosa es que se consiga, que de las palabras pasemos a los hechos. Y también es verdad que aquí, como en cualquier lugar del mundo, el desarrollo de una política pública nueva necesita por lo menos de unos 10 ó 15 años para dar sus frutos. En un país como China, pues eso aún es mucho más complejo, porque la dimensión urbana tiene un desarrollo, la dimensión rural tiene otro… van a diferentes ritmos, y yo creo que incluso cuando se habla de que no ha aprovechado suficientemente el desarrollo económico habría que tener en cuenta que uno de los ejes fundamentales de todo este período es el cambio en el modelo de desarrollo. Si tú quieres cambiar el modelo de desarrollo, lo que no puedes hacer es acelerar, tendrás que reducir… porque de alguna forma China está cambiando de carril. Si cambia de carril, lo que no puede es hacerlo a una velocidad que pudiera hacer descarrilar el tren.

En cuanto a las políticas sociales que mencionas, ¿de qué casos concretos estaríamos hablando? Se habló mucho en su momento, por ejemplo, de la reducción de impuestos a los campesinos.

Sí, sobre todo en materia de salud y en materia de pensiones. Las pensiones, por ejemplo, que antes eran inexistentes en el medio rural, pues hoy son una realidad. Son cantidades ridículas, prácticamente simbólicas, de 30 yuanes (4,7 dólares), de 50 yuanes (8 dólares) en muchos casos… pero que indudablemente sientan un cambio, un cambio que tendrá que mejorar a lo largo de los años.

La eliminación de impuestos a los campesinos o las mejoras en la asistencia médico-sanitaria son cambios sin duda muy importantes en una sociedad en la que, después del maoísmo (que garantizaba la prestación de todos esos servicios sociales con una calidad baja a toda la población), con la política de reforma y apertura todo ese sistema fue desmantelado y fue el “sálvanse quien pueda” salvo para las capas que vivían del Partido-Estado.

Mencionabas antes la cuestión del cambio de modelo de desarrollo, un tema que está muy presente en China desde hace años. ¿Cómo ves esta transición? ¿Se está produciendo ese cambio de modelo económico?

El cambio de modelo es muy complicado, no es una tarea sencilla. Tanto dentro como fuera del país
es perfectamente claro que el viejo modelo económico está agotado, tiene los días contados. En la costa se ve mucho más, en el interior y en el oeste un poco menos, pero tiene un tiempo limitado. Para conseguir pasar del “made in China” al “created by China”, evidentemente, el país tiene que mejorar la calidad de su crecimiento.

Aquí entra el tema de la sociedad de consumo, para reducir las exportaciones a los países desarrollados; también el factor tecnológico, que es una cuestión clave, donde China lleva muchísimo atraso y donde hay muchísimos problemas estructurales. El pirateo, por ejemplo, de tesis doctorales, es indicativo de todo este problema. Ahora se ha aprobado un nuevo plan para el desarrollo de la ciencia y la tecnología con el objetivo de ser la primera potencia en el año 2049. Han tenido éxitos importantes en el tema espacial, es verdad, pero yo creo que queda un trecho por delante muy muy grande para estar a la altura de los países desarrollados y sobre todo de EE.UU. Aunque en el año 2016, o 2017, China sea la primera potencia económica del mundo en términos absolutos, en el ámbito tecnológico yo creo que le falta mucho por avanzar. Igual que en el ambito social o en la dimensión ambiental, que son, digamos, los tres pies de ese nuevo modelo de desarrollo.

Una de las grandes cuestiones económicas para los próximos años será lo que pase con el sector público en China.

Internamente hay un gran debate sobre esta cuestión, que se puso de manifiesto con el informe “China 2030” del Banco Mundial y del Consejo de Estado. ¿Qué va a pasar con el sector público? La cuestión es si un sector público tan importante como el que existe en China puede ser una dificultad para lograr un mayor crecimiento, o si realmente es una garantía para que el Partido pueda seguir controlando el proceso de reforma. Aquí está el debate entre la Comisión Nacional de Desarrollo y el Banco Popular de China, entre Ma Kai y Wang Qishan y otra la gente vinculada al Banco Popular.

En este tema hay una tensión que se ha resulto, como casi siempre en China, por la vía del consenso y la vía intermedia, que vaticina probablemente en los próximos años una segunda ola privatizadora en los sectores estratégicos donde China tiene sus grandes multinacionales. Por ejemplo, si el Banco Industrial y Comercial de China (ICBC, por sus siglas en inglés) hoy tiene un 70% de participación pública y un 30% de participación privada, pues ahí podría aumentar un 10% o un 15% la participación privada. En otras grandes multinacionales chinas podría ocurrir lo mismo.

Hay que tener en cuenta que en China los beneficios de las 500 mayores empresas privadas en el año 2010 no equivalían ni a la mitad de los beneficios de una multinacional estatal del petróleo. Es decir, el sector público tiene un peso y una significación en el conjunto de la economía muy fuerte. El problema que se plantea ya no es sólo económico (de crecer más o de crecer menos), sino también político. Porque el Partido es consciente de que si pierde la base económica, el control de los sectores estratégicos, está en proceso de perder el control de la propia reforma, en la medida en que si la economía se desarrolla por cauces que tú no controlas, automáticamente pierdes el control de todo lo demás.

Esta es una de las razones que explica las ventajas de China a la hora de encarar la crisis económica, porque dispone de una capacidad de intervención y de influencia en el curso de la economía mucho mayor de la que puede existir en los países desarrollados de Occidente, donde décadas de neoliberalismo han debilitado el Estado hasta niveles asombrosos, dejándolo a merced de los mercados y sin capacidad de reacción. En China hay mucho Estado y mercado domesticado; en Occidente lo que tenemos es mucho mercado y un Estado debilitado que además ahora se quiere debilitar mucho más.

¿Y en el ámbito puramente político? ¿Hemos visto en los últimos diez años algún cambio trascendental?

Creo que ahora, por primera vez, cuando los líderes chinos hablan de democracia empiezan a hablar de una necesidad que empiezan a ver de que no queda más remedio que hacer reformas que vayan más allá de lo meramente administrativo. Hasta ahora, cuando se hablaba de democracia se hablaba de los procesos de selección de candidatos, del escalafón en el Partido, de los funcionarios del Estado, de las políticas de formación… pero realmente no se hablaba de contenidos políticos sustanciales. Ahora, sin embargo, sí que se habla de medidas democráticas más que administrativas.

Pero obviamente, y esto lo han dicho por activa y por pasiva (aunque a nosotros nos cuesta a veces entenderlo), no se plantea la evolución hacia un sistema democrático de corte occidental. Y esto es un problema, porque yo creo que uno de los valores que ha demostrado el Partido Comunista de China a lo largo de todos estos años (especialmente en relación a otros partidos comunistas) ha sido su capacidad de adaptación, su olfato para poder adaptarse a las circunstancias, a anticiparse. En el ámbito político yo creo que el Partido está corriendo un serio riesgo de ir a remolque de la sociedad, una sociedad que por lo menos en el mundo urbano empieza a manifestar una inquietud y una exigencia de una relación diferente con el poder, una relación mucho más adulta.

A pesar de todo eso, en el ámbito de la reforma política no va a haber grandes cambios en los próximos años. En el propio Partido no existe una unanimidad de opiniones. Y cuando no hay unanimidad en el Partido, no se avanza. Se avanza por el consenso, por el mínimo denominador. Incluso los experimentos de democracia campesina están muy fosilizados.

Otro de los nuevos temas que ha saltado a la agenda es el problema del medio ambiente, que hace diez años prácticamente no existía.

Aquí hay otra sensibilidad. Hace diez años esto no se planteaba apenas, eran “los costes del crecimiento”. Se decía que eran efectos nocivos que había que soportar, que primero “hay que manchar para después limpiar”. Al igual que pasaba con los costes sociales, todos estos temas se despreciaban durante la época de Jiang Zemin.

Ahora han elevado, incluso en la terminología del Partido, la significación del tema ambiental, que ha ganado peso específico en la gestión política. Eso se traduce en que en la valoración de los funcionarios y en los planes económicos todo el tema ambiental va a ganar mucha importancia. Otra cosa es el impacto real que vaya a tener esto, eso ya es otra historia. Porque el daño ambiental en China es muy fuerte; lo que se ha castigado aquí al medio ambiente ha sido una bestialidad. A todos los niveles. Y recuperar todo eso requiere mucha paciencia, mucho esfuerzo, mucho tesón… y mucho dinero. Y eso significa dejar de gastar en otras cosas.

Algunas de las grandes complicaciones de estos diez años que se me vienen a la cabeza tienen que ver con los conflictos étnicos en las regiones autónomas, como por ejemplo las graves crisis (entre otras) en Xinjiang y Tíbet.

El tema de las minorías étnicas es uno de los más estrepitosos fracasos de Hu Jintao. Aquí realmente no se ha producido ninguna novedad más que esa política de más inversiones, más turismo y más protección de las reliquias culturales, pero siempre orientándolo hacia el desarrollo del turismo. Tal vez con esta política se pretende diluir esas identidades, no potenciar esas identidades y fomentar el autogobierno… y tal vez después, a través del autogobierno, se podría generar una nueva idea de lealtad (si es posible) de esas identidades minoritarias.

Este es uno de los talones de aquiles más serios de la estabilidad en China. Y probablemente gran parte de las medidas de seguridad que rodean este Congreso, que son mucho mayores que en anteriores eventos de este porte o similares, tienen que ver con el temor a que se traslade a Pekín esa tensión que se ha vivido estos días en Tíbet, o que pudiera irrumpir algún grupo uigur con intenciones de realizar algún atentado.

Hace un par de años incluso saltó el tema de los mongoles, que era una nacionalidad que estaba ahí prácticamente tranquila y sin proyección pública. Esto hace entender que la política para las nacionalidades está fosilizada y tiene un problema muy serio. Se trata sobre todo de un cambio de paradigma. En China la autonomía es una autonomía de carácter subjetivo, no territorial; es decir, el tibetano no disfruta de la autonomía en Tíbet, sino que tiene unos derechos inherentes a su condición de tibetano, unos derechos que se lleva consigo estando incluso en Pekín. Este componente subjetivo, que fue introducido por el maoísmo, es fuente de muchas críticas también entre los chinos han, que no entienden “sus privilegios”; y entraña una dificultad importante a la hora de enfocar la solución del problema de las nacionalidades minoritarias a partir de la “concesión” de una autonomía territorial, tal vez como la que podemos tener en España con Galicia, Cataluña o Euskadi.

El problema de las minorías étnicas es uno de los atolladeros a los que no se le confiere suficiente importancia, pero que puede seguir molestando, y mucho, en los próximos años al gobierno chino. Sobre todo teniendo en cuenta que algunas causas políticas nacionalistas tienen un apoyo exterior importante, y que en los próximos años también esas causas van a ser utilizadas (o van a tratar de ser instrumentalizadas) para acosar al gobierno chino. Y eso ellos lo saben.

¿Cómo ha sido la política internacional de China en estos últimos 10 años? ¿En qué ha cambiado? El auge de China en el mundo parece hoy mucho más consolidado.

Yo creo que aquí la clave es: “adiós a la modestia china”. Se acabó la modestia china, eso es más que evidente. Por otro lado, también es evidente que hay más tensión. La respuesta a esa tensión en principio es: modernización militar, que se va a acelerar; y mucho tema del poder blando, porque existe ahí una diferencia cultural grande que se quiere salvar (se haga bien o se haga mal, con los Institutos Confucio y otras iniciativas similares).

En la política exterior yo creo que en los próximos años va a haber cambios importantes en la gestión interna, porque se ha dispersado mucho. Se ha dispersado entre la diplomacia del Partido, la diplomacia de los organismos del Estado, la diplomacia del ejército y la diplomacia del propio Ministerio de Asuntos Exteriores. Se ha vivido un proceso de dispersión muy importante y se ha perdido en buena medida cohesión en la política exterior.

En los próximos años podemos esperar una diplomacia china mucho más compleja, mucho más incisiva, mucho más omnipresente y además mucho más intervencionista en muchos temas. Ya no va a ser solo economía, que ha sido el ariete de la diplomacia china en todos estos años; sino que además de economía va a haber muchas otras cosas más detrás.

Habrá eso que llaman el Consenso Xinhua, del que hablaron en diciembre del año pasado en una reunión en la que participaron académicos, gente del Partido, gente de exteriores, etc. Este consenso es una valoración consensuada entre el mundo académico, el del Estado, el del Partido y el ámbito castrense por una apuesta de desarrollo de una nueva diplomacia, teniendo en cuenta que China tiene un papel significativo en el mundo y que puede hacer uso no sólo de la economía para desarrollar su política exterior, sino que debe tener en cuenta otros elementos. Y sobre todo, como necesidad de arbitrar una respuesta pacífica, diplomática, a los desafíos que imagina por delante, que van a ser mucho más fuertes y mucho más intensos que los vividos en los años pasados.

De hecho, no es casualidad que Obama recientemente anunciara como uno de sus primeros viajes internacionales Birmania. ¿Por qué Birmania? La razón obviamente es China. Estados Unidos está también montando una relación trilateral con Japón e India; también está el acuerdo transpacífico; o esa vuelta de tuerca que quieren imprimir con Taiwán, con más flexibilidad en la concesión de visados, reforzando las relaciones económicas comerciales o vendiendo más armamento. Ahí hay una estrategia de cerco por parte de Estados Unidos, una estrategia de contención a la que China tiene que responder sólo con diplomacia, no echando mano de las armas, como le pedía la gente con el tema de Japón. Pero ya no alcanza con la economía: tiene que ser una diplomacia mucho más compleja, mucho más plural. Necesita de cohesión y de una nueva dirección. Y esto es lo que se ha pactado en ese Consenso de Xinhua, que no está cerrado del todo y que tendrá que conducir de alguna manera Xi Jiping.

Antes mencionabas el tema de Taiwán precisamente como uno de los grandes aciertos de Hu Jintao en estos diez años.

Yo creo que Taiwán  ha sido uno de los cambios más importantes del mandato de Hu. Porque Jiang Zemin estaba tirando misiles huecos cada vez que había elecciones, y aún con Chen Shuibian, fueron capaces de establecer un acuerdo con el Kuomintang, la tercera cooperación, para aislar el independentismo, firmar el Acuerdo Marco de Cooperación Económica y abrir una nueva etapa en las relaciones con Taiwán. Eso no quiere decir que la unificación esté cerca, pero indudablemente la relación ha dado un giro de 180 grados y ha sido uno de los cambios más pronunciados en relación al mandato de Jiang Zemin, que apostaba más por una vía de enfrentamiento.

Daniel Méndez
Daniel Méndez es el autor del libro "136: el plan de China en América Latina", publicado en 2019 y que explica en profundidad las crecientes relaciones políticas y económicas entre el gigante asiático y el continente americano. En 2010 creó la página web ZaiChina. Es Licenciado en Periodismo y Estudios de Asia Oriental. Colaboró desde Pekín con varios medios de comunicación (entre ellos El Confidencial, Radio Francia Internacional, El Tiempo y EsGlobal) y es el autor del libro "Universitario en China. Así son los futuros líderes del país". [Más artículos de Daniel Méndez]

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