El primer gran éxito en las taquillas chinas durante agosto ha sido “The Silent War” (听风者), heredera de la tradición y factura del cine de Hong Kong. Sus directores, el duo formado por Alan Mak y Felix Chong, se han mostrado especialmente prolíficos durante los últimos años, con propuestas generalmente bien recibidas por los espectadores como “The Lost Bladesman” y “Overhead 2”, que les han asentado en el Olimpo del cine comercial asiático tras dejarnos boquiabiertos con la excelente trilogía de Infernal Affairs. “The Silent War” es probablemente su cinta más floja en los últimos años, con una historia e interpretaciones que dejarán frío al más entusiasta de los espectadores. La presencia de un reparto de lujo formado por Tony Leung y Zhou Xun o una banda sonora intensa y épica no salvan a una cinta sin grandes aspiraciones cuya historia y tratamiento terminan por desinflarse y despertar un “ni fu ni fa” tanto en crítica como en público.
La historia, una adaptación de una novela de Mai Xia, cuyo trabajo también inspiró la muy agradable sorpresa “The message”, nos sitúa en 1949, con la guerra civil china recién finalizada y la República Popular de China recién constituida. A pesar de su retirada a la isla de Taiwán, el Kuomintang continúa teniendo una fuerte presencia clandestina en las principales urbes y círculos empresariales de la parte continental de China. Los servicios de inteligencia del Partido Comunista se centran en interceptar sus canales de comunicación para poder así acabar con los intentos de golpes revolucionistas que amenazan con sumir al país de nuevo en el caos. La agente especial Zhang Xue Ning (interpretada por la siempre excelente Zhou Xun, quien también participó en “The message”), recibe la misión de reclutar a un reconocido afinador de pianos de Shanghai, aunque acabará por descubrir que el auténtico genio se esconde en He Bing, su ayudante, un afinador ciego (el icono del cine hongkonés Tony Leung) con un oído casi sobrehumano. Bing es reclutado por la Unidad 701 para tratar de descubrir los canales de transmisión radiofónica a través de los cuales los agentes del Kuomintang se comunican en código morse sus planes para derrocar al gobierno y hacerse con el control del país. Como muchos adivinarán al conocer el reparto de la película, la relación entre los dos agentes acabará por complicarse hasta el punto de poner en peligro la misión de la Unidad 701 y las vidas de ambos.
El mensaje global de la película es la bondad del sacrificio por la patria y la renuncia a los sentimientos o aspiraciones personales en aras de la protección de tu nación en peligro. Aunque es de agradecer que la cinta evite entrar en el terreno político o propagandístico durante gran parte del metraje, la historia de espionaje tampoco resulta especialmente emocionante o inquietante y los antagonistas carecen prácticamente de personalidad, trasfondo o motivaciones. Los directores hongkoneses, experimentados en el thriller policiaco y de espías, se sacan de la manga algunos efectos visuales realmente interesantes y efectivos, que lamentablemente no son capaces de sacar a flote un guión lleno de agujeros y carencias. Ni siquiera Tony Leung, que rodó la película en uno de los muchos parones del rodaje de la película de Won Kar-Wai “The Grandmasters“, aún sin acabar, ofrece una interpretación al nivel que nos tiene acostumbrados, siendo la siempre enigmática y sutil Zhou Xun quien entrega la mejor actuación de la película.
“The Silent War” se estrenó el 7 de agosto en China y en sólo una semana ha logrado recaudar 1 1 millones de yuanes (1,7 millones de dólares). Alan Mak y Felix Chong son ya experimentados alquimistas hongkoneses expertos en la fórmula comercial que convierte el celuloide en oro. Aunque esta nueva colaboración será una de sus peormente recordadas cintas, muy alejada de su muy merecidamente aplaudida trilogía “Infernal Affairs” o el también thriller de espionaje “Overhead”, la mezcla de dos de los mejores actores del cine chino en una cinta histórica de espionaje toca todos los palos necesarios para encandilar al público, deseoso de refugiarse del sofocante asfalto urbano de agosto en una refrescante sala de cine.
En definitiva, una película diseñada con aspiraciones comerciales y poco más, con música, decorados y factura visual disfrutables en una calurosa tarde de verano, pero fácilmente olvidable una vez se salga de la sala.
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