Una visión desde provincias del revival maoísta
Junto a los ascensores de la biblioteca de la Universidad de Dongbei, un enorme cartel anuncia un viaje de estudios que se realizará a mediados de abril. Durante quince días, por un módico precio, los estudiantes podrán visitar la provincia de Hunan, donde se encuentran numerosos edificios históricos relacionados con la historia del Partido Comunista de China y donde visitarán Shaoshan, el pueblo natal del presidente Mao Zedong. Horas después de que se abriera el plazo de inscripción, las plazas ya se habían agotado y algunos estudiantes se lamentaban. El motivo no era por perderse esos lugares históricos. “A mí eso me da igual”, decía una estudiante, “yo quería ver Zhangjiajie”, el espectacular parque natural que sirvió (entre otros lugares) de inspiración a los creadores de Avatar.
Pero esto no ha sido siempre así. Hubo un tiempo en el que el furor por Mao Zedong resonaba en toda China. No hablo de la época de la Revolución Cultural, sino de 20 años después, una época que algunos han definido como la Maomanía. En el libro “Las sombras de Mao: el culto póstumo al gran líder”, de Geremie R. Barmé, encontramos una excelente descripción de estos años: camisetas de Mao, insignias, mecheros, colgantes, calendarios, biografías, películas, versiones tecno-pop de las canciones de la Revolución Cultural, renacimiento de los círculos de estudio del pensamiento Mao Zedong en las universidades… y un largo etcétera. Y no se trataba solo de una explosión de la oferta. El público demandaba esta clase de productos, tanto que a finales de 1991 el cassete “El Sol Rojo: odas a Mao Zedong cantadas con un nuevo ritmo” se convirtió en un récord absoluto de ventas.
Sobre este fenómeno han escrito intelectuales chinos de todos los bandos, desde el intelectual Liu Xiaobo, galardonado con el Premio Nobel de la Paz, hasta Zhang Chengzhi, el primer y último guardia rojo. Todos ellos se hacían preguntas parecidas: ¿era este renacimiento de la ideología comunista una respuesta a la falta de moralidad y valores del libre mercado? ¿Se trataba de una vuelta a unos tiempos más simples? ¿Era una nueva expresión del nacionalismo chino? ¿Una protesta encubierta al gobierno reformista de Deng Xiaoping? ¿O sencillamente era imposible desligarse de ese legado simbólico de Mao Zedong?
Pero de esta Maomanía han pasado ya casi 10 años. De ahí la indiferencia general de los estudiantes de la Universidad de Dongbei por este turismo revolucionario. En los mercadillos de la ciudad de Changchun, por ejemplo, apenas hay rastro de este merchandising revolucionario (“estas cosas ya solo se venden a turistas”, me dice Audrey, estudiante china de francés interesada en el mundo del arte). El cambio generacional podría explicar también el fracaso de películas como “La fundación de la República” y “La fundación del Partido”, ambas impulsadas por el Gobierno para conmemorar los 60 años de la República Popular de China y los 90 del Partido Comunista. El tiempo ha hablado: la Maomanía era sobre todo negocio y nostalgia, pero en ningún caso una re-ideologización de la sociedad. En la actualidad, la gente ya no consume a Mao. Aunque quedan algunos coletazos, está pasado de moda.
No lejos del campus de la universidad hay un restaurante bastante “popular” llamado “La nueva aldea socialista” (社会主义新农村). Se trata de un local ambientado en la época de la Revolución Cultural donde podemos encontrar murales con la cara del Gran Timonel y se ponen películas de este traumático período de la historia de China. Los camareros, vestidos con el uniforme de los guardias rojos, se apresuran a servir a los clientes bajo la atenta mirada del supervisor, quien parece dotar de un nuevo significado a la máxima maoísta de “servir al pueblo” (为人民服务). Conviene reseñar que el local forma parte de una cadena de restaurantes que tiene cuatro locales solo en la ciudad de Changchun.
Pero si nos fijamos en la decoración del restaurante nos damos cuenta de que no se trata de un simple mercadeo de tiempos pasados. En el segundo piso del restaurante se encuentra la siguiente imagen:
Arriba, en una escena del año 1907, un niño de siete años es obligado a memorizar (bajo las amenazas del profesor) los Cuatro Clásicos. En la imagen de abajo, la misma persona, en el año 1967 y ya con 67 años, es obligada por un guardia rojo a memorizar “El Libro Rojo” de Mao.
Este texto forma parte de la sección “Crónicas de Dongbei” (东北), escrita por Juan Ramírez Alcasser. Dongbei hace referencia literalmente al “noreste” de China, básicamente a las provincias de Liaoning, Jilin y Heilongjiang. En Occidente se ha denominado históricamente a esta región como Manchuria.
Yo soy uno de los muchos estudiantes que han ido durante estos últimos años a estudiar a China.
Había visto productos de Mao en mercadillos pero, como decís, desconocía que era una especie de "residuo" de la maomanía de los 90, lo cual me tranquiliza algo.
Esta es una de las razones por las que siempre me veo abocado a votar 5 estrellas a muchos de vuestros posts. Sé que quizás debería ser más crítico con las entradas, pero es que sacáis temas que entusiasma.
Muchas gracias!
Muchas gracias por tu comentario Alejandro. Recuerda que sin crítica la mejora es más dificil!
Me gustaría aclarar en este post de algo que me he dejado en el tintero: una cosa es la Maomanía y otra el respeto y admiración por la figura de Mao que muchos siguen teniendo. El baremo está en lo histérico de la adoración del icono, porque si que existen personas que cuelgan un sobrio y discreto retrato de Mao no por moda sino por convicción.