Están siempre en el candelero, siempre en el centro de la polémica. Se les ha tachado de niños mimados, egoístas, asociales e irresponsables. Se supone que pasan más tiempo tecleando en el ordenador que hablando cara a cara con sus amigos. Son la generación de jóvenes chinos nacidos a partir de los 90, casi siempre incomprendidos por los mayores, todavía entre la adolescencia y la madurez.
Para saber su opinión, para intentar buscar una voz que representara a esta generación, la revista de moda Nanrenzhuang (男人装) decidió a finales del 2011 buscar a una figura para ponerles voz. Después de mucho buscar, los editores no consiguieron dar con ninguna persona pública que encajara en el perfil. Por eso dieron paso a Jiang Fangzhou (蒋方舟), una joven escritora china nacida en 1989, unos meses antes de lo permitido para esta generación.
A continuación traducimos su artículo, que habla de muchas de las dudas, aspiraciones y problemas que comparten estos jóvenes chinos, que hoy tienen entre 22 y 13 años.
TRADUCCIÓN
Si la generación de los 90…
Jiang Fangzhou
Si los de la generación de los 90 no usaran los signos del zodiaco para iniciar una conversación y para buscarse a sí mismos, podrían explorar mejor el alma de las personas, observar durante mucho tiempo una sonrisa o un movimiento, y estudiar las arrugas de la cara del otro. Así quizás se darían cuenta de que es imposible clasificar a la gente en 12 categorías, ya que hay muchas más, tantas como personas en el mundo; y verían que a ellos y a los demás no se les puede meter en el mismo saco.
Si los de la generación de los 90 no estuvieran enganchados a los aparatos electrónicos, podrían dejar de vivir encerrados en casa y dejar de sustituir la luz del sol y la hierba del mundo real por las luces y las sombras de los videojuegos; podrían dejar de reemplazar las experiencias vitales por las emociones de las series de televisión extranjeras; y de hacer que las redes sociales de Internet ocuparan el lugar de los esfuerzos que requiere ir a ver a un viejo amigo. Aferrarse demasiado a amores y dolores imaginarios sólo puede enturbiar la percepción del propio cuerpo.
Si los de la generación de los 90 no hubieran conocido una vida tan fastuosa y llena de lujos, sabrían que “el éxito” no es la única norma. Y es que se puede vivir a cuerpo de rey, pero ése no es el objetivo último: si uno consigue algo, ha tenido suerte, y si no, es que ser hijo de ricos no formaba parte de su destino.
Si los de la generación de los 90 no soñaran con ser empleados en uno de esos altos edificios de empresas, ni con tener un apartamento en uno de los muchos rascacielos del país y un BMW en una gran ciudad, podrían ponerse en marcha, quedarse unos años en cualquier lugar bonito y probar diferentes estilos de vida.
Si los de la generación de los 90 se relajaran, se darían cuenta de varias cosas: de que las desigualdades en las oportunidades están presentes en casi todas las épocas, de que los que tienen la sartén por el mango nunca están dispuestos a abrir la mano a menos que se les obligue, de que las generaciones anteriores nunca son muy generosas a la hora de compartir sus recursos, y de que los nacidos en la década de los 90 no son los únicos que han vivido momentos difíciles. Cuanto más alto es el precio de las oportunidades, más lejos está el éxito, y cuanto más alto es el precio del éxito, más lejos está la recompensa… Los jóvenes han vivido siempre esta amarga suerte, en todas las épocas.
Si los de la generación de los 90 pudieran salir a ver mundo cada año, tal vez tendrían una visión más lúcida del entorno en el que vivimos, se replantearían sus valores, y encontrarían una forma de canalizar su ira. En vez de quejarse de que el mundo está demasiado mal, y pensar que lo único que se puede hacer para adaptarse a él es convertirse en una persona aún peor )para así autojustificarse y lamentarse de lo mal que van las cosas) podrían tener fe en verdades sencillas y mantener siempre las buenas intenciones. Si las cosas van bien, hay que aprovechar la situación favorable para lograr objetivos mayores sin apenas esfuerzo; y si van mal, siempre queda la opción de buscar a alguien con mayor capacidad para que se haga cargo de los asuntos importantes.
Si los de la generación de los 90 no se juntaran sólo entre ellos ni intercambiaran aficiones únicamente con personas con las que comparten edad y gustos, podrían hacerse amigos de otras personas de mayor edad, escuchar sus experiencias y consejos, y aprender sobre la gente y el mundo de hace 20, 40 o 100 años antes de que ellos nacieran, en vez de preocuparse de los pormenores de su corta juventud. Podrían pensar en qué tipo de vida quieren llevar, en vez de reducir su capacidad de introspección a la mínima expresión y replicar airadamente a cualquier crítica, espetando que qué derecho tiene la gente a opinar sobre los nacidos en la década de los 90. Si los de esta generación asomaran la cabeza, se darían cuenta de que todos los sentimientos de descontento, alerta y decepción que la gente les dedica son tan sólo una señal de que el mundo quiere hablar con ellos.
Más
► En ZaiChina: Jóvenes chinos / La generación de los 80 en China / La generación de los 90 en China
Fuentes
► Artículo original: Nanrenzhuang – La voz de la generación de los 90.
► Enciclopedia Baidu: Biografía de Jiang Fangzhou
que razón tiene :X me ha dejado sin palabras
gracias por esta entrada!!
Valido para todo el mundo, no sólo China.
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