Desde que en 1992 Bill Clinton soltó aquello de “es la economía, estúpido“, la frase (cambiando la primera parte) ha servido para describir todo tipo de situaciones. Se ha vuelto a usar en Estados Unidos, en Europa y en América Latina. Actualmente, en China, si un Bill Clinton surgiera desde dentro del Partido Comunista, su frase apuntaría en otra dirección y no tendría más remedio que decir: “es la tierra, estúpido”. Porque es la tierra (o más bien el uso que se hace de ella), junto con la vivienda, la que explica parte del éxito económico chino y también algunas de sus debilidades actuales.
Uno de los lugares donde la tierra ha jugado (y sigue jugando) un papel fundamental es en la financiación de los gobiernos locales. Apremiados por la competencia con otras regiones y con la búsqueda de crecimientos de PIB que lleguen a las dos cifras, las provincias, municipios y ayuntamientos consiguen casi la mitad de sus presupuestos gracias a la tierra, que ha servido para financiar cientos de polos de desarrollo a nivel local en todo el país.
En su libro Country Driving, el escritor y periodista estadounidense Peter Hessler ponía el ejemplo de la ciudad de Lishui, en la provincia de Zhejiang. Entre el año 2000 y 2005, Lishui invirtió más de 8.000 millones de dólares en infraestructuras, cinco veces más la cantidad invertida en los cincuenta años anteriores. ¿De dónde salía todo este dinero? Buscando la respuesta, Peter Hessler se dio de frente con la tierra. Como en tantas otras regiones de China, el ayuntamiento había desalojado a los campesinos de las zonas cercanas y comprado sus tierras a precios puestos por el gobierno local. Tras construir varias infraestructuras alrededor de esos terrenos, el gobierno las recalificó como zonas urbanas y las vendió en el mercado al mejor postor. En el caso de Lishui, Peter Hessler cita un caso en el que el gobierno compró unos terrenos por un millón de yuanes y en el lapso de tres años los vendió por 37 millones.
Si bien la utilización de la tierra ha servido para desarrollar la economía del país, también ha creado importantes conflictos sociales. Según las cifras de Yu Jianrong, un investigador muy conocido de la Academia de Ciencias Sociales de China, más del 65% de las 90.000 protestas anuales que se producen en todo el país están relacionadas con la tierra. Es decir, unas 160 protestas al día. Los motivos más comunes suelen ser las expropiaciones forzosas y la escasez de las compesaciones económicas que reciben los campesinos (muchas debido a la corrupción de los cuadros locales), pero ha habido todo tipo de casos de violencia entre ciudadanos, funcionarios y fuerzas del orden público.
A pocas semanas de que se celebren los 90 años de la fundación del Partido Comunista de China (PCCh), es interesante destacar el cambio que ha experimentado el Partido: de llegar al poder gracias al apoyo de los campesinos más pobres (prometiendo la colectivización de la tierra) el gobierno chino ha pasado en la actualidad a contar con mucho más respaldo en las ciudades y en las capas altas de la sociedad, a quienes ha beneficiado en gran parte gracias a la privatización de la tierra. Si en 1989 el movimiento estudiantil y obrero en torno a Tiananmen mostró el descontento de las ciudades (prácticamente sin la participación de campesinos), en la actualidad los riesgos y protestas para el Partido se han vuelto a trasladar, como a principios del siglo XX, al campo.
Es lo que podemos llamar "el lado oscuro del desarrollo Chino". Si bien crea fuentes de trabajos y mejoras de infraestructuras tambien destruyen campos que sirven de sustentos a millones de Chinos de bajos recursos.
Otra razón por la que puede crear descontento entre los campesinos es que la tierra donde viven muchas veces tambien vivieron sus ancestros y esto le da un caracter de "sagrado" esas tierras.
Felicitaciones por tu articulo
Muy buen artículo. Comparto tu reflexión final sobre la dialéctica campo-ciudad y el giro que ha experimentado el PCCh al respecto en los últimos años, en aras del pragmatismo y el mantenimiento del poder. Entre los extremos del campo y la ciudad, sin embargo, se ha consolidado una población flotante de migrantes urbanos que, a mi juicio, tendrá un rol mucho más significativo en el devenir social de China. No son campesinos, pero sí representan al campo en la ciudad, sufren la desigualdad social y a menudo se ven envueltos en casos de explotación laboral y estafa.