7 – Con Mao a clase

por | Ago 13, 2010 | Educación china, Política china

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Nota: El siguiente texto forma parte del libro “Universitario en China. Así son los futuros líderes del país”, escrito por Daniel Méndez Morán con el apoyo de la Fundación ICO. En él se analiza la evolución de las universidades chinas y la forma de vivir y pensar de sus estudiantes, intentando explicar muchas de las transformaciones que ha vivido el país en los últimos 30 años. Hoy os ofrecemos el séptimo capítulo, donde se habla de la política en la universidad, desde las clases de historia y los entrenamientos militares hasta las opiniones políticas de los estudiantes y el cambio ideológico experimentado en los últimos 30 años. Actualización: puedes comprar el libro en Amazon España o en Amazon Estados Unidos, tanto en su versión digital como en papel.


Estudiar historia de China

Mei banfa (no hay manera), me dice el profesor Li cuando le pregunto por el contenido del principal libro de Historia Contemporánea de China. La asignatura es obligatoria para todos los estudiantes de la carrera y aborda uno de los períodos más fascinantes de la historia de China, desde 1919 hasta el año 2000. Aunque la bibliografía del programa incluye varios libros, el único que aborda todos estos acontecimientos históricos y el que se toma como referencia es “Historia Contemporánea de China”, dos volúmenes de 500 páginas publicados por la Higher Education Press y obligatorio para todas las universidades del país. Todos los licenciados en Historia a lo largo y ancho de China estudian este libro.

Cuando comencé a leer “Historia Contemporánea de China” lo hice con pasión. Había entrado en el departamento de Historia para aprender algo más sobre el país y compartir clase con estudiantes chinos. Pero, después de leer 300 páginas, uno tiene la sensación de que está leyendo un libro tan parcial que ni siquiera tiene interés leerlo por este motivo. Al Guomindang, partido que lideró el país entre 1928 y 1949, se le denomina como “fuerzas reaccionarias”, a Chiang Kai-shek como “dictador” y “traidor” y todo lo que hicieron durante los años en el poder fue un desastre sin paliativos. El Partido Comunista se presenta como el único interesado en combatir en la guerra contra Japón y siempre dispuesto al diálogo con el Guomindang en favor de la unidad del país. La explosión de la guerra civil china (1945-1949) es considerada única responsabilidad del Guomindang y la victoria de los comunistas se denomina “liberación del país” (解放). La campaña de las cien flores de 1956, que acabó con la persecución de todos aquellos que habían criticado al régimen comunista, ha desaparecido del texto. Y al movimiento social de Tiananmen de 1989, que está escondido en dos páginas y media, se le define como “manifestación ilegal” y “revuelta contrarrevolucionaria”. La intervención del ejército la madrugada del 4 de junio, que acabó con unos 3.000 civiles muertos, se describe como una misión de “auto defensa” para “pacificar a los antirrevolucionarios”. En ningún lugar de las dos páginas y media se explican las reivindicaciones de los manifestantes, el apoyo social con el que contó en Pekín ni el número de víctimas.

“Se escribe lo que piensa el Gobierno”, reconoce el profesor Li sobre los libros de la historia reciente de China. “A las asignaturas de historia, y sobre todo a las de Historia Contemporánea, es a las que el Gobierno presta más atención”, afirma este profesor, que como la mayoría de docentes de los años 80 es miembro del Partido Comunista Chino.

En las clases de Historia Contemporánea de China, uno tiene la sensación de estar viviendo en dos mundos paralelos. El primero es el oficial y propagandístico, encabezado por el famoso libro publicado por el Ministerio de Educación y donde se adoctrina a los estudiantes. El segundo está representado por los profesores, que no son tan dogmáticos, ofrecen lecturas optativas publicadas en el extranjero y son mucho más objetivos.

“Hoy en día podemos decir lo que queremos en las clases, pero en las cosas que damos a leer somos un poco más precavidos”, dice el profesor Yang en un barrio antiguo del centro de Pekín. Este profesor de políticas cuenta con un séquito importante de seguidores en la universidad, que acude a su clase de Política Contemporánea de China para conocer cómo funciona el Partido Comunista por dentro y quiénes son los líderes que dirigen el país. Yang habla en sus clases de los políticos que todavía están en activo (Hu Jintao, Wen Jiabao, Jiang Zeming) y no se corta a la hora de criticar al que se perfila como futuro presidente de China, Xi Jinping, de quien dice que no está bien educado y se ha aprovechado de la influencia de su padre para escalar posiciones en el Partido. Sus clases suelen estar tan llenas de estudiantes de todos los departamentos que para coger una silla hay que llegar como mínimo una hora antes. La puerta del aula se deja abierta para que los alumnos puedan escucharle desde el pasillo.

Yang comenzó como profesor de Beida en 1985 y todavía recuerda cómo en aquellos tiempos había determinadas normas para los profesores; había temas sobre los que no se podía hablar y el control sobre lo que decían era estricto. Algunos líderes del Partido acudían a sus clases para comprobar que no se salía del guión marcado por el Gobierno. A partir de los 90, Yang fue testigo de como la situación iba mejorando poco a poco. “Además, Beida es probablemente la Universidad más liberal”, dice este profesor de políticas, que también afirma que la universidad supone un cambio muy importante respecto al instituto: “los estudiantes de primer año se sorprenden mucho, porque no están acostumbrados. En la escuela y el instituto las clases de política son bastante conservadoras”.

Una estatua de Mao preside la entrada a la Universidad de Ciencia y Tecnología de Pekín

Aún así, Yang reconoce ser una excepción y admite que muchos de sus compañeros de trabajo todavía responden a la vieja escuela: “No es que se digan cosas que sean totalmente falsas, pero los aspectos negativos del Partido no se dicen, se eliminan”.

A pesar del optimismo del profesor Yang, lo cierto es que Beida vive una situación paradójica: es de las más liberales de China, pero también de las más controladas. Hay margen para la crítica y el debate, pero cuando se cruza la raya el Gobierno es implacable.

En mayo de 2009, por ejemplo, el Open Constitution Iniciative (公盟), un centro de investigación fundado por profesores de derecho de Beida, publicó un informe [en chinoen inglés] que abordaba las causas sociales y económicas de las revueltas de Tíbet en marzo de 2008. El estudio es un excelente trabajo de campo, muy imparcial para lo que suelen ser la mayoría de publicaciones en China sobre este tema: se critica la propaganda de los medios chinos por agravar el conflicto, la falta de inteligencia política a la hora de gestionar los incidentes, la incomprensión del problema identitario en Tíbet y la discriminación económica de los tibetanos en su propia tierra. El informe aboga por un mayor respeto a la religión tibetana, el cese de los funcionarios corruptos y el fin de la supresión de problemas sociales bajo el paraguas de “acabar con movimientos separatistas”.

Pero la osadía liberal de estos profesores de la Universidad de Pekín les costó muy cara. Un mes después de la publicación de este estudio, la organización recibió una multa de 1,46 millones de yuanes (146.000 euros). El 17 de julio fue declarada ilegal y sus páginas webs eliminadas. El 29 de julio, uno de los más destacados impulsores de esta plataforma, Xu Zhiyong (许志永), fue arrestado. Poco después, su ayudante, Zhuang Lu, también desaparecía de la vida pública.

Aunque los márgenes de libertad se han ampliado en los últimos años, en cuanto se pasa la línea marcada por el Gobierno éste no duda en responder con contundencia. Otro antiguo profesor de la Universidad de Pekín, He Weifang (贺卫方), también del Departamento de Derecho (en muchas ocasiones son los abogados los que están asumiendo el papel más reivindicativo en la China de hoy), recibió el castigo de irse a enseñar a la región autónoma de Xinjiang, a unos 3.000 kilómetros de Pekín. Su delito fue firmar en diciembre de 2008 la Carta 08, que abogaba por el respeto a los derechos humanos, mayor libertad de prensa y un cambio democrático en China.

La Universidad de Pekín, debido a su importancia política y educativa, está directamente controlada por el Ministerio de Educación de China. En general, las universidades combinan sus fondos y organización entre los gobiernos locales y el gobierno central, dejando éste más margen a las licenciaturas e intentando tener más presencia en los masters. Pero Beida es diferente: depende tanto del gobierno central, que el nombramiento del rector (que siempre es del Partido Comunista) suele depender de los líderes más importantes del país. El profesor Yang apunta directamente al presidente Hu Jintao y al primer ministro Wen Jiaobao como artífices de la elección del rector de la universidad: “es algo demasiado importante como para dejarlo al azar”.

Asignaturas de Política

Junto a este ambiente general, la mayor influencia ideológica sobre los universitarios, que afecta a todas las carreras, son las asignaturas obligatorias de política (junto al inglés y la educación física, las únicas materias que comparten obligatoriamente todos los estudiantes). Las asignaturas de política comienzan en la educación primaria, continúan en secundaria, instituto, universidad y se extienden hasta los masters. En las asignaturas de política se explica lo que es el Marxismo, la economía socialista, el pensamiento de Mao Zedong, los cambios introducidos por Deng Xiaoping y las aportaciones políticas de los últimos presidentes chinos, Jiang Zeming y Hu Jintao.

En la Universidad, los estudiantes tienen cuatro asignaturas de política obligatorias (hasta hace poco eran seis): Pensamiento Moral y Principios Legales, Teoría Militar, Principios Fundamentales del Marxismo y Pensamiento de Mao Zedong y Teoría del Socialismo con Características Chinas. Todas ellas son cuatrimestrales y suponen tres horas a la semana de clases. Los libros de estas asignaturas, también publicados por la Higher Education Press, apuntan en la misma dirección que los de historia contemporánea: “se escribe lo que piensa el Gobierno”.

En el libro dedicado a explicar las ideas maoístas y el llamado “Socialismo con características chinas”, se habla de cómo “el Partido y el pueblo eligieron a Mao Zedong como líder propio y al Maoísmo como guía ideológica”. Al hablar del Maoísmo, se olvidan de los numerosos dramas que provocaron sus ideas radicales (Campaña Antiderechista, Gran Salto Adelante, Revolución Cultural) y se hace una selección de las ideas más racionales que todavía pueden tener sentido en la China de hoy (las ideas más extremistas y que muchos consideran propias del Maoísmo, como la eterna lucha de clases, han sido eliminadas). El balance final de Mao, a pesar de que el libro reconozca “errores importantes” al final de su vida, es el de “un excepcional marxista, revolucionario, estratega militar y teórico”.

Los contenidos de estas asignaturas de política son cuidadosamente seleccionados por el Gobierno, parcialmente explicados, con omisiones intencionadas y una intención adoctrinadora. Los materiales que se utilizan para estas clases no dan lugar a la interpretación o análisis de los estudiantes: éstos vienen ya en los libros, que se encargan de juzgar las teorías y personajes históricos. También se aprovecha para dar la versión oficial de algunos acontecimientos polémicos, como el status político de Taiwán, donde los universitarios chinos aprenden que la isla “ha sido desde la antigüedad parte inseparable de China”. Los libros que se utilizan para estas asignaturas aprovechan para destacar la aportación del Partido Comunista al país, su renovación, su necesidad de adaptarse a los nuevos tiempos y su intención de hacerse más fuerte y mejorar su organización. El profesor es al final el encargado de rebajar la carga ideológica de los libros o fomentar el debate, pero los materiales marcan la línea de lo que son las clases de política en la universidad.

“Yo voy el primer y el último día… y luego hago el examen”, dice Feifei entre risas sobre las clases de política. “Te cuentan cosas del Partido Comunista, del Gobierno. Todo cosas buenas, claro”. “Es una asignatura inútil, pero es obligatoria… así que mei banfa (no hay manera)”, dice esta estudiante del Conservatorio de China, que después de las clases de erhu, el instrumento tradicional chino, asiste a las de política. Para ella, lo peor de todo es que llevan estudiando lo mismo desde hace años: “desde el instituto los contenidos son los mismos, tenemos que memorizar las mismas cosas”.

Li Chen cree que es importante conocer la historia del país y las teorías marxistas que dieron lugar a la fundación de la República Popular China, pero no está muy de acuerdo con el sistema actual: “creo que no estamos estudiando el Marxismo o Comunismo de la manera que debemos. El porcentaje de propaganda es mucho mayor que el académico”. En la misma línea se mueven muchos otros estudiantes, que parecen vivir en una sociedad más adelantada a la de sus instituciones culturales y educativas. “Las clases de política son una forma de hacernos creer en el Partido”, afirma una estudiante del departamento de español de Beida. Feifei lo dice todavía más claro: “tenemos un poco la sensación de que nos quieren lavar el cerebro”.

Pocos estudiantes muestran una oposición total a las clases de política (todo el mundo las hace, así que se ve como algo normal), pero es casi imposible encontrar a alguien interesado en ellas. La mayoría de estudiantes las pasan como un trámite necesario para obtener su título universitario.

Mei banfa.

Entrenamiento militar

Otra de las peculiaridades de las universidades chinas es que incluyen entre dos y cuatro semanas de entrenamiento militar. Durante el primer año, bien en septiembre o en mayo, los estudiantes abandonan el campus universitario para irse a las afueras de la ciudad y vivir en una disciplina similar a la del ejército. Los entrenamientos militares en las universidades se comenzaron a implantar a partir de las manifestaciones de 1989 (justo después de esta fecha duraban un año entero), aspecto que muchos de los universitarios de hoy desconocen pero que revela mucho sobre los motivos que hay detrás de este entrenamiento.

Durante dos semanas o un mes, todos los universitarios del país (hombres y mujeres) viven en instalaciones militares, se levantan pronto, comen mal, pasan horas de caminata y expedición, practican tiro y cantan canciones del ejército. En el instituto también existe una asignatura similar denominada Defensa Nacional, aunque en general se realiza en el mismo centro escolar y no suele ser tan estricta. En teoría, el servicio militar es obligatorio en China para todos los ciudadanos, pero la realidad es que en un país tan poblado y con tanta gente pobre, el ejército tiene recursos humanos de sobra y la “mili” no existe como tal en China. Por eso es todavía más sorprendente y esclarecedora la situación que se vive en las universidades: es sólo aquí, entre los que serán futuros licenciados y potenciales líderes del país, donde se mantiene el entrenamiento militar.

La ley china establece este entrenamiento como una parte obligatoria de la educación. El objetivo, según el gobierno, es fomentar el patriotismo, mejorar la actitud militar de los jóvenes, reforzar la disciplina, conocer el funcionamiento del ejército, entrenar a los estudiantes en la adversidad de la vida y fomentar el compañerismo. Para las prácticas militares, se recomienda tener el pelo corto para estar más cómodo, cortarse la uñas para evitar heridas y llevar pastillas para la garganta para aliviar el desgaste de las numerosas horas de cante patriótico.

Como pasa con muchos otros aspectos de la vida en China, los universitarios no tienden a ver un gran significado político a estos entrenamientos militares. Pasa por ser otra de esas actividades obligatorias e inevitables por las que hay que pasar. “Hoy lo recuerdo como algo muy divertido, pero en aquel momento no me lo pareció”, dice Zhang Li, que acabó la carrera en 2004. Durante el entrenamiento militar, se levantaba a las cinco de la mañana, entraba en fila en el comedor, cantaba canciones militares y después desayunaba. En la misma habitación dormían 80 personas.

Casi todos los estudiantes que han pasado por ello coinciden en una cosa: “es muy cansado”. “Durante una hora no te puedes mover”, dice Xiao Mao, licenciada por la Universidad Normal de Pekín, para quien la experiencia fue muy aburrida. Lo mismo piensa Leticia, de la Universidad de Pekín: “Es muy duro, aprendemos a ducharnos en cinco segundos, a despertarnos temprano y a doblar la colcha como un ladrillo”. Y en la misma línea se muestra Tianling, recién licenciada por la Universidad de Comunicación de China: “en un mes comimos carne tres días y nos pudimos duchar dos veces”.

Las clases políticas son reconocidas por muchos como un elemento de propaganda, pero a las militares parece que los estudiantes les dan menos importancia. En mis dos años en Beida, la única de todos los universitarios que se mostró tajante fue Clara, estudiante de español en Beida: “El Partido Comunista dice que nos entrena para superar las dificultades, pero la verdad es que nos entrena para que seamos más obedientes”.

Satisfechos con el gobierno

A lo largo de la historia reciente de China, la Universidad de Pekín ha sido el centro de las corrientes intelectuales del país, los debates políticos, las revueltas y la oposición al Gobierno. Desde el movimiento cultural de 1919, pasando por los años 20 y 30 y llegando hasta las manifestaciones de 1989 en Tiananmen, los universitarios de Beida siempre se caracterizaron por su espíritu reivindicativo y por tener la capacidad de organizar movimientos de carácter nacional. Las teorías marxistas se extendieron gracias a los profesores y publicaciones que surgieron aquí, de la misma forma que los dos fundadores del Partido Comunista Chino (Chen Duxiu y Li Dazhao) eran profesores en la Universidad de Pekín. Durante las manifestaciones de 1989, una vez más, los estudiantes de esta universidad estuvieron a la cabeza de un movimiento social que se extendió por todo el país y que puso contra las cuerdas al Gobierno.

“Antes los líderes tenían miedo de Beida, porque era una universidad que podía movilizar a todas las demás”, indica el profesor Yang, que inmediatamente muestra las diferencias con los universitarios de hoy. “La situación de 1989 y la de hoy es muy distinta”, reconoce este profesor de políticas, que, como la inmensa mayoría de personal de Beida durante esos meses, también acudió a la plaza de Tiananmen en 1989. Hoy Beida ha dejado de ser el centro de ideas revolucionarias y oposición al Gobierno.

Frente a la visión que se pueda tener en Occidente, hoy la mayoría de la población china apoya a su Gobierno. En un estudio publicado en julio de 2008 por el Pew Global Attitudes Project, los chinos encabezaban la lista de países más satisfechos con la dirección de su país (un 86% de los encuestados) y que consideraban que la economía iba bien (un 82%). Aunque las noticias en Occidente se suelen centrar en las violaciones de derechos humanos, las principales  preocupaciones de los chinos eran la subida de los precios, la corrupción y las diferencias entre ricos y pobres. La política del hijo único contaba con el apoyo del 76% de los encuestados.

Después de que su economía haya crecido durante 30 años a más de un 10% y de haber sacado de la pobreza a unos 500 millones de personas, el Partido Comunista cuenta con una legitimidad basada en sus logros económicos. Se mire por donde se mire, el país atraviesa su mejor momento económico, político y social de los últimos 200 años. Aunque hay numerosas quejas por parte de los ciudadanos (el precio de la vivienda, la corrupción o las diferencias entre ricos y pobres), la reciente superación de la crisis mundial, con un crecimiento en torno al 8%, no ha hecho sino aumentar la confianza de los chinos en su Gobierno.

Si esta es la visión general, la de los universitarios es todavía más satisfactoria. Ellos son los que se están beneficiando del desarrollo del país, los que obtienen los mejores puestos de trabajo y los que no han sufrido las barbaridades del Partido durante el Maoísmo. La mayoría ha tenido la oportunidad de abandonar el campo para emigrar a las ciudades costeras, donde se concentra la riqueza del país. En el informe publicado por el citado Pew Global Research Attitudes Project, aquellos que estaban más contentos con su vida familiar / y trabajo eran los jóvenes (86% / 67%), licenciados (91% / 76%), urbanos (84% / 69%) y viviendo en el este del país (87% / 71%). La mayoría de universitarios entran en todas estas categorías.

La satisfacción de los jóvenes está tan extendida, que ellos son una de las principales bazas con las que cuenta el Partido Comunista. De los 70,8 millones de afiliados que tenía el Partido en 2005, el 23% de ellos eran menores de 35 años. El número de universitarios que forman parte del Partido Comunista es cada vez mayor, en una buena muestra de cómo el gobierno ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos y de cómo los jóvenes se han beneficiado de las políticas de los últimos años. Ya nadie cree en el Marxismo, pero ser miembro del Partido es una buena forma de mejorar tu status y disfrutar de mejores oportunidades laborales.

Pragmáticos y apolíticos

En los temas políticos, y sobre todo comparados con la generación de jóvenes de los 80, los universitarios de hoy son y se reconocen como apolíticos y pragmáticos. Desde la época de Reforma y Apertura, el país se ha modernizado gracias a la renuncia a cualquier ideología política y con el único objetivo de mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos. Deng Xiaoping lo expresó en su famosa frase de los años 60: “Da igual que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones”. Y los universitarios chinos han asumido esta idea como propia.

El profesor de políticas Yang explica a la perfección el cambio ideológico que el país ha vivido en las últimas décadas. Según él, el Maoísmo acabó con las religiones, que era donde residía un parte importante de la identidad e ideología china; después, a partir de 1978, la época de Reforma y Apertura acabó con el Socialismo y el Marxismo, que habían sido las ideas imperantes durante treinta años. Desde entonces, el país vive en un vacío ideológico en el que es difícil agarrarse a ninguna idea espiritual. “Ahora no se cree en nada… en lo único en lo que se cree es en el éxito”, afirma el profesor Yang, especializado en la historia del Partido Comunista.

Y el éxito en la China de hoy pasa irremediablemente por el dinero. Lo que importa es vivir bien, tener una casa y poder comprarse un coche. Viajando por las principales ciudades del país, uno se encuentra un ejército de universitarios que dice querer dedicarse a “los negocios”, “compra-venta” o “importación-exportación”. De entre los mejores estudiantes del país en el gaokao, un tercio de ellos opta por realizar estudios de Finanzas y Economía, carreras que casi siempre tienen las notas de entrada más elevadas. Hoy, como en muchos otros lugares del planeta, el dinero manda. Los jóvenes universitarios sueñan con ser directores de banco, brokers en la bolsa de Nueva York o directivos de una multinacional. La política importa mucho menos.

“La gente de mi generación no apoyamos al partido, al menos no yo. Somos muy prácticos”, dice Baiyuan, un joven que hizo su Licenciatura en Economía en la Universidad de Fudan y acaba de finalizar un máster de Finanzas en Beida. Baiyuan es un estudiante brillante y ambicioso: la búsqueda del éxito es lo que mueve su organismo. “Pero si el gobierno nos jode, entonces no le apoyaremos”, dice con contundencia.

Liu Xiaoyu, que colaboró con la Cruz Roja para atender a los estudiantes en huelga de hambre durante las manifestaciones de 1989 y hoy es profesora en la Universidad de Pekín, piensa lo mismo cuando analiza las diferencias entre los jóvenes de entonces y los de ahora: “antes los jóvenes leíamos más, éramos más idealistas, teníamos menos carga en la universidad… Ahora son más prácticos, sólo saben leer ensayos y cosas para la universidad, no piensan como nosotros en el país, la patria, la política…”. Lo importante para los universitarios es tener un buen trabajo y oportunidades; mientras el Gobierno cumpla con esta parte de su responsabilidad, los jóvenes estudiantes estarán de su lado.

Junto a un pragmatismo absoluto, los universitarios chinos son indiferentes a la política. “Los jóvenes de hoy son más apolíticos, porque el sistema no permite que ellos participen. A los jóvenes no les interesa la política y no es sólo culpa de ellos. En el sector económico los jóvenes tienen mucho que decir, pero en el político no”, dice Li Chen, que conoce los temas políticos de su país pero no tiene cómo canalizar ese interés. La mayoría de universitarios chinos nunca han protagonizado ni visto un debate político. Simplemente, la política no interesa.

Entre las más críticas con la educación y la forma de pensar de los jóvenes de hoy se encuentra la profesora Bang, que con su pelo largo rizado, ojeras imborrables cada mañana y ropas de colores podría pasar por una hippie estadounidense de los años sesenta. “Los estudiantes de hoy no creen en nada, no tienen sus propias ideas y valores… sus cerebros están vacíos”, dice con dureza Bang, que habla poco durante nuestra conversación pero cada vez que suelta una frase suena como un mazazo. “A los estudiantes de hoy les han lavado el cerebro… lo único que tienen ahí dentro son cosas relacionadas con el dinero”, no duda en decir esta profesora de chino, para quien la matanza de Tiananmen supuso un antes y un después en su vida. Cada vez que hablamos del tema se le hace un nudo en la garganta; no es por miedo a hablar, sino por la tristeza de recordar como el Partido Comunista acabó con los sueños de toda una generación.

“Los jóvenes de hoy sólo entienden el yo, yo, yo”, continúa Bang, que no encuentra en los universitarios chinos ningún espíritu social ni deseos de mejorar el país. “El cambio que está viviendo China es un cambio solamente económico… las ideas también han cambiado, pero no para bien”, concluye con amargura.

A pesar de la censura y control de la información, los estudiantes de Beida tienen en la biblioteca de la universidad una enorme cantidad de libros, artículos y ensayos que desmontan la mayoría de tesis que defiende su Gobierno y que tienen que estudiar en las clases de política. Algunos de estos libros se supone que están prohibidos en China, por eso es tan sorprendente encontrarlos en las estanterías de la biblioteca al alcance de cualquiera que tenga un carnet. Entre los libros que se pueden encontrar está Cisnes Salvajes, el conocido libro de Jun Chang que muestra las atrocidades cometidas por el Partido Comunista durante el Maoísmo con todo lujo de detalles; The Last Dalai Lama, de Michael Harris Goodman, quien habla de un “Tíbet que existió como una nación durante más de 2.000 años” y de como los comunistas comenzaron en 1950 “el exterminio sistemático de los tibetanos y su cultura”; los Selected Addresses and Messages de 1998 del antiguo presidente de Taiwán, Lee Teng-Hui, quien afirma que “Taiwán no necesita declararse independiente porque ya lo es”; y el excelente libro Red China Blues, de Jan Wong, quien describe en cincuenta desgarradoras páginas las manifestaciones de Tiananmen en 1989 y la masacre del 4 de junio. Para todo aquel con ganas de conocer la reciente historia de su país y descubrir todo aquello de lo que no quiere hablar su Gobierno, la excelente biblioteca de Beida tiene material para leer durante años. El problema es que los universitarios no tienen interés y están demasiado ocupados preparando exámenes.

El futuro del país

La importancia de universidades como Tsinghua y Beida no es sólo espectacular en sus investigaciones académicas, sino también en su influencia política. La tercera y cuarta generación de líderes políticos, los que están ahora mismo en el poder, salieron sobre todo de las ingenierías de Tsinghua. De los 387 líderes más destacados de estas dos generaciones, 93 de ellos realizaron sus estudios en Tsinghua y 45 en Beida. Entre los ingenieros que salieron de Tsinghua y que han dirigido el país en los últimos años se encuentran personalidades como Zhu Rongji, antiguo primer ministro, y Hu Jintao, el actual presidente. De los nueve miembros del actual Politburó Político, que representa a las figuras más poderosas del Partido y donde se decide el destino del país, tres de ellos estudiaron en Tsinghua y uno en Beida. [Fuente: Cheng Li. China´s Fith Generation: Is Diversity a Source of Strenght or Weakness? (pdf) ]

Los dirigentes actuales, licenciados en ingenierías y ciencias sociales, han sido denominados como tecnócratas. La nueva ola de líderes políticos, llamados quinta generación y que tomarán las riendas del poder a partir de 2012, casi siempre han cursado estudios en economía, ciencias sociales y derecho. Y todos ellos siguen viniendo de las mejores universidades del país. Xi Jinping y Li Keqiang, llamados a ser el próximo presidente y primer ministro, estudiaron en Tsinghua y Beida respectivamente. Aunque los líderes políticos cada vez vienen de centros más variados, las mejores universidades chinas de hoy están educando a los que serán los líderes políticos del mañana.

En un momento histórico en el que China vuelve a levantar cabeza y su poder en el mundo aumenta, la educación que reciben hoy los universitarios chinos es relevante para todo el mundo. Jacques Chirac, que estuvo de visita en Beida en octubre de 2006, supo destacar su importancia en la conferencia que mantuvo con los estudiantes:

Muchos de vosotros seréis los líderes de la China del futuro. En vuestras acciones, vuestra habilidad para ser creativos y vuestras decisiones dependerá no sólo el futuro de esta nueva China, sino también -y no os equivoquéis aquí- parte del destino del mundo.

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Daniel Méndez
Daniel Méndez es el autor del libro "136: el plan de China en América Latina", publicado en 2019 y que explica en profundidad las crecientes relaciones políticas y económicas entre el gigante asiático y el continente americano. En 2010 creó la página web ZaiChina. Es Licenciado en Periodismo y Estudios de Asia Oriental. Colaboró desde Pekín con varios medios de comunicación (entre ellos El Confidencial, Radio Francia Internacional, El Tiempo y EsGlobal) y es el autor del libro "Universitario en China. Así son los futuros líderes del país". [Más artículos de Daniel Méndez]

3 Comentarios

  1. Ander

    Excelente reportaje, lástima que me temo que por estas fechas de agosto no sé si tendrá tantos lectores como debería… Pocas veces se ven en los medios de comunicación (y menos aún en castellano) valoraciones tan completas, realistas y en todos sus matices de lo que piensan los estudiantes chinos (y por extensión, el conjunto de la sociedad china) y del entorno en el que viven.

  2. Haiming

    Un texto muy interesante y completo, como de costumbre… Creo que es especialmente revelador el cambio de mentalidad de los estudiantes de hace 20 años con respecto a los actuales: de ahí se ve qué es lo que les preocupa a los chinos de hoy, y quizás también podamos entrever lo que habría sido la China actual de haber ido a más los movimientos estudiantiles de los años 80…

  3. Roberto

    Bueno es logico que los chinos esten conformes con su gobierno que ha dado tan buenos resultados. Mas motivos de desestabilidad tienen los gobiernos occidentales.

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