Traducción de un post del economista Guokai donde se abordan algunas de las particularidades de la cultura china y asiática.
Desde hace algunos años, se ha puesto de moda hablar del “factor cultural” para explicar algunos de los fenómenos que surgen en las sociedades globales de hoy. Por ejemplo, más de uno considera que los chinos tienen un talento innato para hacer negocios, lo cual les facilitaría que, independiente del lugar donde se encuentren, este “factor cultural” les ayuda a ganar dinero. Este condicionante estaría por encima de otros como la educación, el contexto social o las circunstancias económicas.
Hoy traducimos un post publicado por Guokai en su blog sobre este tema, donde habla del poder de los estadounidenses de origen chino y las particularidades de los asiáticos independientemente de su lugar de residencia. Guokai es un economista especializado en Finanzas Internacionales y Economía de China y colabora con la revista Caixin, heredera de Caijing y una de las publicaciones de investigación más atrevidas de la prensa china. Su fundadora, Hu Shuli, es una de las profesionales que ha hecho y sigue haciendo historia en el periodismo chino.
TRADUCCIÓN
¿Factor cultural?
Autor: Guokai (郭凯)
El porcentaje de la población de origen asiático en Estados Unidos está en torno al 5%. Sin embargo, en la Universidad de Harvard y en la de Yale son más o menos el 17% y el 15% de los estudiantes de licenciaturas o ingenierías. Esto pasa en las universidades de la costa este de Estados Unidos. Si miramos a la costa oeste, en la Universidad de Stanford los estudiantes de origen asiático suponen el 23%; en la universidad pública de Berkeley incluso sobrepasan el 40%.
Ayer, David Brooks publicó en The New York Times una columna en la que precisamente hablaba de este tema y mencionaba varias cosas interesantes. En EE.UU., un 50% de los adultos descendientes de asiáticos tienen estudios universitarios; mientras, entre los blancos sólo un 31%, entre los negros un 17% y entre los latinoamericanos un 13%. Además, la esperanza de vida de los estadounidenses de origen asiático es de 87 años, mientras que la de blancos es de 79 y la de negros de 73.
Prácticamente todo el que vaya este año (o cualquier otro año) a Washington a ver los cerezos japoneses, estará de acuerdo en que lo dicho más arriba es un poco exagerado, aunque no totalmente desproporcionado: durante esos días hay en Washington una mayor densidad de chinos que cualquier día en las calles de Pekín. Al mismo tiempo, le digo una cosa a Guzhu [tal vez se refiere a otra periodista de la revista]: si China pudiera tener más hijos, me temo que en unos pocos años, chinos, indios y judíos se convertirían en los tres grupos que dominarían a los estadounidenses. Mi razón es la siguiente: estos tres grupos ponen con mucha diferencia más énfasis en la educación que el resto de estadounidenses. Si su cantidad fuera todavía un poco mayor, tarde o temprano se convertirían en la corriente social dominadora (de hecho, los judíos ya lo son, los indios considerablemente, y los chinos todavía están un poco lejos). Guzhu considera que las diferencias lingüísticas y culturales todavía dejan en desventaja a los chinos. Estoy de acuerdo con él, aunque yo sin embargo soy bastante optimista.
La pena es que probablemente los chinos no sean “muy capaces para procrear”. Haciendo una sencilla investigación, los estadounidenses de origen asiático (no es del todo exacto, pero aquí consideraremos a descendientes de asiáticos y chinos de la misma forma) tienen unas tasas de natalidad mayores que las de la media de la población mundial, con una media por mujer en edad de concebir de 2,3 hijos. El problema es que la edad en la que tienen los hijos en comparación con el resto es bastante más tarde: el resto de mujeres tienen hijos sobre todo entre los 20 y los 29 años; mientras, los descendientes de asiáticos los tienen unos cinco años más tarde, entre los 25 y los 34. Haciendo cálculos sobre estos datos, cada siglo los estadounidenses de origen asiático pierden una generación. Afortunadamente, éstos viven más tiempo, ya que de no ser así la diferencia sería todavía mayor, sobre todo en un país en el cada persona sólo tiene un hijo.
En el asunto de la natalidad, la cultura tradicional de “cuantos más hijos más felicidad” no parece haber dejado una gran herencia; más bien al contrario, son la teorías económicas las predominantes. De hecho, es posible que la idea de “cuantos más hijos más felicidad” también esté basada en teorías económicas. Lo que no parece tener un origen material es el concepto chino de “aprender es la más noble de las actividades humanas”.
Fuentes
► Web de Caixin, blog de Guokai: 文化因素? Publicado el 11 de mayo de 2010.
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