[Article published by our collaborator Yuri Doudchitzky Ramos, who from now on will sign his articles as Yuri]
“Getting rich is glorious” is one of the most famous phrases attributed to Deng Xiaoping, prophet of the revival of China as “country of the center”. But maybe Deng made the mistake of not clarifying that there are ways and means to get rich. Wen Qiang, a former Chongqing police chief, chose the worst of them: He used his power to become a godfather to the gangs that control gambling, prostitution, drug trafficking and other illegal activities, in what some call the city most populous in the world: the municipality of Chongqing, in central China.
Wen Qiang protected businesses from relatives and gangsters. ( Via Tencent )
A diferencia de otros funcionarios que lo han hecho y lo siguen haciendo, Wen fue detenido, juzgado y condenado a muerte el pasado 14 de abril. En lo que la CNN considera la peor condena a un funcionario gubernamental desde el juicio que el mismo Deng le iniciara a la funesta Banda de los Cuatro, la esposa de Wen fue condenada a ocho años y su cuñada -“la madrina”- a 18 años de cárcel. Además, diecisiete funcionarios policiales recibieron condenas que en algunos casos llegan hasta los 30 años. Según The Times, otros seis detenidos, al igual que Wen, ya fueron sentenciados a la pena máxima.
Algunos especialistas chinos citados por medios occidentales consideran que en esta guerra contra la corrupción liderada por el jefe del Partido Comunista de Chongqing, Bo Xilai, hijo de uno de los “ocho inmortales” (la plana mayor de los líderes de la Revolución) y supuesto candidato a la presidencia, se juega una lucha interna entre facciones del partido. Sin dudas, Bo Xilai ha logrado una gran victoria, pasando a la categoría de superhéroe en Chongqing. Y no se duerme en los laureles: ya antes de la sentencia anunció que “esto no termina acá, aún tenemos otros 500 procesos en camino”.
Aún dándole la razón a los analistas, es innegable el valor que tiene esta condena, considerando que la corrupción asociada a los funcionarios gubernamentales protegidos por el “partido” es hoy en día el tema que más indigna a la población china. Sin duda es una señal y una advertencia a todos los funcionarios policiales chinos. Y fuera de China, ¿cuántas veces hemos oído que un jefe policial es condenado a la pena máxima? En el país donde yo vivo –Argentina- sé de varios jefes policiales que han cometido delitos peores que los de Wen y a lo sumo han pasado unos meses en prisión.
Tal vez la pena de muerte sea demasiado, tal vez nadie la merece. Esta es una discusión que seguramente se dará en China más adelante. Por lo pronto, ¿veremos a los medios occidentales indignarse con la condena a Wen como lo hicieron con el ciudadano británico recientemente condenado a muerte por tráfico de drogas? ¿Acaso los veremos aplaudir esta firme decisión de combatir la corrupción y el nepotismo con el mismo entusiasmo que critican (con toda la razón) la censura?
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